Estando un día en clase de
Política Criminal, nuestro profesor nos hizo una pregunta relativamente
sencilla: “¿Cuántos de ustedes nunca han cometido ningún delito?”.
Evidentemente, esto despertó un murmullo entre nosotros. Evidentemente había de
todo, desde gente que había robado en alguna tienda durante la juventud (nada
grave, pero aun así un robo). Luego estaban aquellos que habían consumido
drogas (de lo cual podríamos estar debatiendo largamente), e incluso los que
habían incurrido en algún delito contra la seguridad vial. Pero había un tipo
concreto de persona, individuos rectos e incorruptibles, que levantaron la mano
convencidos de que ellos eran los elegidos.
Yo la levanté, por cierto.
Al ver este despliegue de
beatitud entre nosotros, el profesor sonrió irónicamente y nos preguntó “ah,
¿Entiendo entonces que nunca han pirateado o descargado nada de Internet?”.
Absolutamente todas las manos cayeron. Nos había pillado. Y la verdad, nos
quedamos un poco perplejos todos. ¿Cómo te habrías quedado tú? ¡Éramos
criminales…!
En fin, te estarás preguntando a
qué viene esta anécdota. Precisamente fue por esa situación por la cual me
dediqué a investigar un poco sobre el tema. ¿Cómo podía ser que ninguno de
nosotros hubiera reconocido que realmente descargar es ilegal? Porque al fin y
al cabo, hay campañas de concienciación de continuo, en las noticias cada pocos
meses leemos que han cerrado otra web de enlaces… por no hablar de la
promulgación de la ley Lasalle y la ley Sinde, tan tristemente famosas para
unos y necesarias para otros.
De lo que no hay duda en realidad
es que, dejando la hipocresía a un lado, tanto tú como yo conocemos mínimo a
una persona que descarga ilegalmente contenidos de pago a través de Internet.
Sí, evidentemente cada uno tiene sus razones: los habrá caraduras, los habrá
que realmente no tienen dinero, los habrá que quieren probar un producto antes
de comprarlo… pero descargan ilegalmente. En definitiva: la piratería es un
delito en el cual incurre una gran parte de la población. Y no hablo solo del
uso de programas P2P; también otras acciones como la visualización de contenido
protegido por derechos de autor de manera online o, sencillamente, el que se
limite a almacenar esa información sin autorización expresa, están incluidos
dentro de lo que entendemos como piratería. Bien, pues partiendo de este
planteamiento… ¿Cómo es posible que ninguno de nosotros los contemplase
inicialmente como un delito?
¿Cómo podemos explicar que un conjunto de actividades
perseguidos por la ley, que incluso aparece recogido en el código penal de
manera explícita (artículo 270 del código penal, si no recuerdo mal), sea visto
como algo habitual (e incluso lícito) por el conjunto de la ciudadanía? Porque
seamos realistas: puede tratarse de una actividad perseguida por la ley, pero
nuevamente estoy seguro de que tanto tú como yo conocemos mínimo a una persona
que JUSTIFICA este tipo de delito. Y a más de dos y de tres.
La respuesta a este pregunta, en realidad, se halla a medio
camino entre la psicología y la sociología, y consta en realidad de dos partes.
Si recurriésemos en primer lugar al Modelo de Disuasión de
Paternoster, veríamos que este autor justifica el cumplimiento de la norma en
base a la certeza (o seguridad de que se va a recibir un castigo) prontitud (o
certeza de que el castigo será rápidamente castigado) y severidad (o certeza de
que el castigo tendrá ciertas consecuencias que pueden ser más duras o más
leves) del castigo derivado del incumplimiento de esta norma. Además,
diferencia de dos maneras esta afirmación: la objetiva (es decir, la certeza,
prontitud y severidad reales) y la subjetiva (la certeza, prontitud y severidad
percibidas por los ciudadanos).
Bien, entonces ahora te planteo: tratándose de un delito en
el que incurre la mayoría de la sociedad, ¿no nos encontraríamos en ambos casos
ante la presencia de una reducida probabilidad de castigo? La imposibilidad de
hacer frente a un delito en el que incurre la mayoría de la ciudadanía obliga
al poder judicial a atacar a los grandes distribuidores (por ejemplo, las
páginas de descargas) para tratar de mostrarse efectivos ante esta lucha. Esto,
sin embargo, es rápidamente solventado por las mismas, multiplicando sus
dominios online y duplicándose sin cesar. Por lo tanto, al no ser víctimas
ellos mismos del castigo, los ciudadanos no son disuadidos objetivamente de
cometer una acción. Y por otro lado, al seguir todos llevando a cabo esa misma
acción, subjetivamente tampoco son disuadidos (en una suerte de círculo
vicioso).
Por tanto, podríamos asegurar que tanto la eficacia
percibida de esta norma como su eficacia real se encuentran bastante devaluadas
en la actualidad. Sin embargo, ¿es este el único motivo por el cual se produce
el incumplimiento de esta norma? ¿Acaso la ciudadanía, consciente de estar
incurriendo en un delito, continúa actuando sin prestar atención a las posibles
consecuencias de su conducta? Referirnos al modelo de la disuasión como única causa o como único
elemento de discernimiento sería fijarnos tan solo en una pequeña parte del
problema.
Y he aquí la otra cara de la realidad: la preventiva, que es ejercida por la sociedad en su conjunto.
Una infografía para ilustrar un poco esta entrada. Fuente: El Periódico (para verlo en grande, click aquí) |
Quizá tan o más importante que la posibilidad y eficacia de
un castigo sea el control social
informal que actúa sobre el individuo. Así, la influencia de la sociedad en la vida y mentalidad del individuo influye
también en su sistema de valores, creándose así unas normas sociales que no
tienen por qué encajar con las normas penales, y que aun así ejercen una influencia mayor en los
individuos que estas. Citando un ejemplo, es cierto que en ciertos países
existe una conciencia cívica que parece no existir en el nuestro (es de sobra
conocido el término “picaresca española”). Sin embargo, también es cierto que
en otros países parecen existir unas condiciones económicas y de bienestar que
actualmente no existen en este. ¿No implica esto un choque de legitimidad?
Vamos con un ejemplo práctico: hace unos meses estuve de
viaje en Alemania. Allí, en los trenes apenas solían pasar revisores, y en
multitud de ocasiones ni siquiera había nadie que te vigilase para pasar el
billete por los controles. Es decir, si tenías la suerte de no cruzarte con un
revisor, podías cruzar el país entero gratis. De acuerdo: si esto se aplicase
en España, ¿Cuánto crees que duraría la línea ferroviaria abierta? ¡Y ojo! No
digo que los españoles sean mala gente, o que sean unos ladrones. Ni muchos
menos. Pero sí que es cierto que aquí ni se ha creado, ni creo que pudiese
crearse una conciencia cívica similar a la de otros países. ¿Por qué? Bueno,
por muchas razones en realidad: la situación económica, los ejemplos de los que
partimos, las necesidades de cada uno, etc.
Recordaréis este día como el día en que "casi"capturáis al capitán Kim Dotcom... |
Pues bien: si la sociedad en su conjunto no se muestra
reacia a las actividades relacionadas con la piratería sino que, más allá de
esto, incluso las justifica, ¿acaso
podemos reprochar a un individuo que sienta que la piratería no es un delito? Es más: en una sociedad que justifica la
necesidad de acceder gratuitamente a ciertos contenidos (sobre todo de origen
cultural) dada la incapacidad adquisitiva de la que disponen en los últimos
años, ¿cómo podemos esperar que una norma a priori subcultural no termine
convirtiéndose en una norma de la mayoría?
En conclusión, mi reflexión no está dirigida a justificar o
no justificar la piratería. Yo tengo mi opinión, del mismo modo que tú tendrás
la tuya. No, mi objetivo es plantear las circunstancias bajo las cuáles una
inmensa cantidad de la población ve justificada la piratería. Está claro que
las descargas ilegales son ya un “mal endémico” del cual la sociedad no se va a
librar si no toma medidas drásticas. La cuestión ahora es preguntarnos: cuando
se planteen las medidas para atajar el tema de la piratería, ¿Se tendrá en
cuenta todo esto de lo que hemos hablado? ¿Se legislará por los intereses de
unos pocos, o se analizará sociológica, psicológica y criminológicamente a qué
se debe que un delito haya alcanzado tal aceptación por parte de la ciudadanía?
Nunca subestimemos la conciencia y el control que una
ciudadanía puede ejercer sobre los integrantes de la misma. Porque todo puede
ser que nos encontremos a los mismos justificando y respaldando a los “criminales”,
entregando patentes de corso a sus vecinos, convirtiendo a los piratas en
modernos corsarios de Internet.
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