sábado, 10 de octubre de 2015

El Diario de Watson: resumen del primer año.

Buenos días, querido lector. Como puedes imaginar, hoy comparto una entrada un tanto especial. Sí, es cierto, el título no deja mucho a la imaginación: El Diario de Watson cumple su primer año. Aprovechando esta fecha tan señalada para este blog, me gustaría realizar una pequeña reflexión y compartirla contigo junto a una serie de datos del mismo. Ya hayas estado por aquí desde el principio, o te hayas subido al carro hace poco tiempo, esta entrada, al igual que este blog,  va totalmente dedicada a ti.

Cumpleaños...¿Feliz?
  • Visitas totales: 4900. Hay que decir que más del 50% de las mismas se concentran en los meses de julio hasta ahora, que coincide precisamente con tres elementos: la apertura de la página de Facebook del Diario, la época de vacaciones (lo cual me hace pensar que la mayor parte de la gente que me lee es gente joven) y el aumento de la difusión a través de google+. ¿Este dato es bueno, o malo? Yo personalmente creo que es positivo, pero muy mejorable.
  • Publicaciones totales: 23 (aproximadamente, una cada dos semanas y poco, sin prestar atención al parón entre Octubre y Enero).


Las tres entradas más leídas:

  1. 10 películas que todo criminólogo debería conocer. Sin duda, la joya de la corona, con la friolera de 1714 visitas.
  2. ¿Qué puedes hacer tú por la psicología? Con 525 visitas, es la entrada que más “me gusta” ha recibido.
  3. La Mente Criminal, de Vicente Garrido. Con 294 visitas. En general, hay que decir que todas las entradas que he publicado reseñando libros han sido muy bien acogidas.


Las tres entradas menos leídas:

  1. Análisis del Crimen: el Pederasta de Ciudad Lineal. Esta entrada no tuvo éxito alguno, quedando tan solo con 13 visitas.
  2. Decálogo para formar un Pequeño Delincuente: "Reflexiones de un Juez de Menores",de Emilio Calatayud: quizá sea el título, quizá el contenido. Sea lo que sea, esta es la única excepción de reseñas que no tuvo mucho éxito: tan solo 25 visitas.
  3. Psicología + Criminología = ¿Trabajo?. Tan solo 30 visitas (quizá por lo específico del tema).


Seguidores:
  • 43 en Google+.
  • 117 en Facebook.


Supongo que publicar una entrada en la cual solo hablo de las estadísticas del blog puede resultar un poco engreído por mi parte. Por supuesto, mi objetivo no es ni mucho menos este. De hecho, estoy seguro de que no son los mejores números que podría haber obtenido, y tomo nota de errores e ideas para este nuevo año. Sin embargo, publicar esta entrada tiene dos objetivos muy claros, que nada tienen que ver con fardar de resultados.

El primero de todos es decir, sencillamente, GRACIAS. Gracias, porque tú, al igual que muchas otras personas, has decidido que merece la pena dedicar algo de tiempo a leer las cosas que escribo, cuando no a compartirlas o comentarlas. Eso, sabiendo que al fin y al cabo yo soy del peor tipo de los ignorantes (los que se creen graciosos), es algo que personalmente me llena de orgullo. Es por esto que espero que las nuevas entradas te sigan gustando, e intentaré no mantener, sino mejorar la calidad de las mismas, siempre con el fin de que puedas disfrutar de un rato agradable cuando, por error, caigas en esta página.

La segunda tiene que ver un poco más con qué significa el blog para mí, y creo que es algo que “debo” de algún modo a todas esas personas que se encuentran ahí fuera, dudando sobre si sus gustos, sus reflexiones o sus inquietudes son lo bastante buenas para lanzarse al mundo del blogging. Sinceramente, creo que lo importante es tener algo que comunicar, pero sobre todo, tener ganas de hacerlo. Conozco amigos que tienen blogs sobre juegos, otros que hablan sobre libros… incluso conozco a una chica que, en un blog, cuenta su día a día enfrentándose a un trastorno alimenticio.  Y por supuesto, todos y cada uno son interesantes… porque ellos ponen su ilusión en ellos.

No te preocupes tanto por las visitas o los me gusta: llegarán. Lo importante es tener una idea, y tener ganas de desarrollarla. Eso, sinceramente, es el primer y más importante de los pasos. El resto, como digo, vendrá solo. Yo mismo, que terminé la carrera con serias dudas sobre la utilidad de la misma, he visto renacida mi ilusión a través de la divulgación y la comunicación. Y cuando uno trabaja en algo que le apasiona, es cuando realmente llega el éxito. Eso es algo que yo he aprendido este último año, a las buenas y a las malas. A base de muchos momentos de duda, sí, pero también de esfuerzo y de luchar por lo que a mí me gusta. Hoy, tengo la suerte de poder decir que, gracias a haberme movido yo y haber movido este blog, estoy llevando el blog de una Fundación Universitaria relacionada con la criminología. Y nada de esto habría podido ser si, hace un año, me hubiera dicho a mí mismo “no merece la pena”.

Muchas gracias por creer en mí. Procuraré estar a la altura.

Un saludo, querido lector. 


jueves, 1 de octubre de 2015

Piratería: ¿los corsarios de Internet?

Estando un día en clase de Política Criminal, nuestro profesor nos hizo una pregunta relativamente sencilla: “¿Cuántos de ustedes nunca han cometido ningún delito?”. Evidentemente, esto despertó un murmullo entre nosotros. Evidentemente había de todo, desde gente que había robado en alguna tienda durante la juventud (nada grave, pero aun así un robo). Luego estaban aquellos que habían consumido drogas (de lo cual podríamos estar debatiendo largamente), e incluso los que habían incurrido en algún delito contra la seguridad vial. Pero había un tipo concreto de persona, individuos rectos e incorruptibles, que levantaron la mano convencidos de que ellos eran los elegidos.

Yo la levanté, por cierto.

Al ver este despliegue de beatitud entre nosotros, el profesor sonrió irónicamente y nos preguntó “ah, ¿Entiendo entonces que nunca han pirateado o descargado nada de Internet?”. Absolutamente todas las manos cayeron. Nos había pillado. Y la verdad, nos quedamos un poco perplejos todos. ¿Cómo te habrías quedado tú? ¡Éramos criminales…!


En fin, te estarás preguntando a qué viene esta anécdota. Precisamente fue por esa situación por la cual me dediqué a investigar un poco sobre el tema. ¿Cómo podía ser que ninguno de nosotros hubiera reconocido que realmente descargar es ilegal? Porque al fin y al cabo, hay campañas de concienciación de continuo, en las noticias cada pocos meses leemos que han cerrado otra web de enlaces… por no hablar de la promulgación de la ley Lasalle y la ley Sinde, tan tristemente famosas para unos y necesarias para otros.

De lo que no hay duda en realidad es que, dejando la hipocresía a un lado, tanto tú como yo conocemos mínimo a una persona que descarga ilegalmente contenidos de pago a través de Internet. Sí, evidentemente cada uno tiene sus razones: los habrá caraduras, los habrá que realmente no tienen dinero, los habrá que quieren probar un producto antes de comprarlo… pero descargan ilegalmente. En definitiva: la piratería es un delito en el cual incurre una gran parte de la población. Y no hablo solo del uso de programas P2P; también otras acciones como la visualización de contenido protegido por derechos de autor de manera online o, sencillamente, el que se limite a almacenar esa información sin autorización expresa, están incluidos dentro de lo que entendemos como piratería. Bien, pues partiendo de este planteamiento… ¿Cómo es posible que ninguno de nosotros los contemplase inicialmente como un delito?

¿Cómo podemos explicar que un conjunto de actividades perseguidos por la ley, que incluso aparece recogido en el código penal de manera explícita (artículo 270 del código penal, si no recuerdo mal), sea visto como algo habitual (e incluso lícito) por el conjunto de la ciudadanía? Porque seamos realistas: puede tratarse de una actividad perseguida por la ley, pero nuevamente estoy seguro de que tanto tú como yo conocemos mínimo a una persona que JUSTIFICA este tipo de delito. Y a más de dos y de tres.

La respuesta a este pregunta, en realidad, se halla a medio camino entre la psicología y la sociología, y consta en realidad de dos partes.

Si recurriésemos en primer lugar al Modelo de Disuasión de Paternoster, veríamos que este autor justifica el cumplimiento de la norma en base a la certeza (o seguridad de que se va a recibir un castigo) prontitud (o certeza de que el castigo será rápidamente castigado) y severidad (o certeza de que el castigo tendrá ciertas consecuencias que pueden ser más duras o más leves) del castigo derivado del incumplimiento de esta norma. Además, diferencia de dos maneras esta afirmación: la objetiva (es decir, la certeza, prontitud y severidad reales) y la subjetiva (la certeza, prontitud y severidad percibidas por los ciudadanos).





Bien, entonces ahora te planteo: tratándose de un delito en el que incurre la mayoría de la sociedad, ¿no nos encontraríamos en ambos casos ante la presencia de una reducida probabilidad de castigo? La imposibilidad de hacer frente a un delito en el que incurre la mayoría de la ciudadanía obliga al poder judicial a atacar a los grandes distribuidores (por ejemplo, las páginas de descargas) para tratar de mostrarse efectivos ante esta lucha. Esto, sin embargo, es rápidamente solventado por las mismas, multiplicando sus dominios online y duplicándose sin cesar. Por lo tanto, al no ser víctimas ellos mismos del castigo, los ciudadanos no son disuadidos objetivamente de cometer una acción. Y por otro lado, al seguir todos llevando a cabo esa misma acción, subjetivamente tampoco son disuadidos (en una suerte de círculo vicioso).



Por tanto, podríamos asegurar que tanto la eficacia percibida de esta norma como su eficacia real se encuentran bastante devaluadas en la actualidad. Sin embargo, ¿es este el único motivo por el cual se produce el incumplimiento de esta norma? ¿Acaso la ciudadanía, consciente de estar incurriendo en un delito, continúa actuando sin prestar atención a las posibles consecuencias de su conducta? Referirnos al modelo de  la disuasión como única causa o como único elemento de discernimiento sería fijarnos tan solo en una pequeña parte del problema.

Y he aquí la otra cara de la realidad: la preventiva, que es ejercida por la sociedad en su conjunto.

Una infografía para ilustrar un poco esta entrada.
Fuente: El Periódico (para verlo en grande, click aquí)
Quizá tan o más importante que la posibilidad y eficacia de un castigo sea el control social  informal que actúa sobre el individuo. Así, la  influencia de la sociedad  en la vida y mentalidad del individuo influye también en su sistema de valores, creándose así unas normas sociales que no tienen por qué encajar con las normas penales, y que aun así  ejercen una influencia mayor en los individuos que estas. Citando un ejemplo, es cierto que en ciertos países existe una conciencia cívica que parece no existir en el nuestro (es de sobra conocido el término “picaresca española”). Sin embargo, también es cierto que en otros países parecen existir unas condiciones económicas y de bienestar que actualmente no existen en este. ¿No implica esto un choque de legitimidad?

Vamos con un ejemplo práctico: hace unos meses estuve de viaje en Alemania. Allí, en los trenes apenas solían pasar revisores, y en multitud de ocasiones ni siquiera había nadie que te vigilase para pasar el billete por los controles. Es decir, si tenías la suerte de no cruzarte con un revisor, podías cruzar el país entero gratis. De acuerdo: si esto se aplicase en España, ¿Cuánto crees que duraría la línea ferroviaria abierta? ¡Y ojo! No digo que los españoles sean mala gente, o que sean unos ladrones. Ni muchos menos. Pero sí que es cierto que aquí ni se ha creado, ni creo que pudiese crearse una conciencia cívica similar a la de otros países. ¿Por qué? Bueno, por muchas razones en realidad: la situación económica, los ejemplos de los que partimos, las necesidades de cada uno, etc.

Recordaréis este día como el
día en que "casi"capturáis al capitán Kim Dotcom...
Pues bien: si la sociedad en su conjunto no se muestra reacia a las actividades relacionadas con la piratería sino que, más allá de esto, incluso las justifica,  ¿acaso podemos reprochar a un individuo que sienta que la piratería no es un delito?  Es más: en una sociedad que justifica la necesidad de acceder gratuitamente a ciertos contenidos (sobre todo de origen cultural) dada la incapacidad adquisitiva de la que disponen en los últimos años, ¿cómo podemos esperar que una norma a priori subcultural no termine convirtiéndose en una norma de la mayoría?

En conclusión, mi reflexión no está dirigida a justificar o no justificar la piratería. Yo tengo mi opinión, del mismo modo que tú tendrás la tuya. No, mi objetivo es plantear las circunstancias bajo las cuáles una inmensa cantidad de la población ve justificada la piratería. Está claro que las descargas ilegales son ya un “mal endémico” del cual la sociedad no se va a librar si no toma medidas drásticas. La cuestión ahora es preguntarnos: cuando se planteen las medidas para atajar el tema de la piratería, ¿Se tendrá en cuenta todo esto de lo que hemos hablado? ¿Se legislará por los intereses de unos pocos, o se analizará sociológica, psicológica y criminológicamente a qué se debe que un delito haya alcanzado tal aceptación por parte de la ciudadanía?


Nunca subestimemos la conciencia y el control que una ciudadanía puede ejercer sobre los integrantes de la misma. Porque todo puede ser que nos encontremos a los mismos justificando y respaldando a los “criminales”, entregando patentes de corso a sus vecinos, convirtiendo a los piratas en modernos corsarios de Internet.



domingo, 27 de septiembre de 2015

Minority Report: ciencia tras la ficción.

¿Recuerdas cuándo escribí la entrada sobre películas y criminología? Estrenaba con eso una línea temática que esperaba relacionase el mundo cinematográfico con la psicología y la criminología. ¿Qué hay mejor que unir las aficiones de uno mismo? El hecho de ser capaz de responder a cuestiones de carácter científico y teórico a través de las películas es un arma realmente interesante para el docente dado que, como nos indica la propia psicología, tendemos a recordar los estímulos novedosos (especialmente los visuales) mucho mejor que otro tipo de estímulos. Y, ¿Qué hay más novedoso o estimulante que el argumento de una buena película?

Pues bien, siguiendo esta línea del blog, vengo hoy a presentar una película que tenía pendiente de ese mismo día, así como unas pocas reflexiones relacionadas con la misma: Minority Report.

 “Señor Marks, por orden de la División Precrimen del distrito de Columbia le detengo por el futuro asesinato de Sarah Marks y Donald Dubin que iba a suceder hoy."

Si has visto esta película, sabréis encajar perfectamente esta frase en la misma. Si como yo, todavía no le habías dado una oportunidad, creo que este es el momento. No solo porque sea una película muy bien dirigida, con una temática muy interesante y con giros argumentales bastante sorprendentes (¿Qué podíamos esperar de Spielberg?), sino porque es una película que trata un elemento muy reconocido en la actualidad dentro de la criminología: la predicción de la conducta.

Así, en la película vamos a encontrarnos como, tras décadas de avances científicos, se ha llegado a un punto en el cual, a través de una tecnología de precognición, se puede ser capaz de anticipar cuándo va a tener lugar un asesinato (así como la situación ambiental en la que tendrá lugar). Y esto, por supuesto, será utilizado para detener los crímenes antes de que ocurran, creándose así una unidad especial de intervención policial, alrededor de la cual gira toda la historia.

PreCrimen. Funciona.
¿Por qué me parece interesante tratar esta película en este momento? Pues bien: precisamente esta línea temática trataba el otro trabajo de fin de máster que tuve que realizar este año: el análisis de conducta con fines predictivos. Evidentemente, en la historia de Minority Report hay muchos elementos de ficción que rompen totalmente con nuestra realidad científica. Sin embargo, no deja de tener un trasfondo plagado de elementos criminológicos de enorme interés, los cuales a su vez se relacionaban con el trabajo que yo mismo hice. ¿Podemos aspirar a predecir la conducta? ¿En qué elementos deberíamos hacer hincapié para llevar a cabo estas predicciones? ¿Es factible suponer que la conducta puede ser descrita en su totalidad en forma de una enorme ecuación, o es un objetivo utópico?

En realidad, mi trabajo no dejaba de ser una investigación piloto, pero la revisión de investigaciones que realicé me permite plantear diversas teorías con las cuales aventurarme a responder a estas preguntas. En este caso, yo me centré en analizar las redes sociales y los datos que las mismas podían aportarnos de sus usuarios (y más concretamente, de su personalidad). Para ello, analicé diversas investigaciones anteriores y compilé los resultados que obtenía cada una de las mismas. ¿Cuáles fueron las conclusiones? Pues bien; en lugar de plantearlas en frío, vamos a compararlas con el argumento de Minority Report. ¿Qué afirmaciones son verdaderas, y cuáles falsas?

  • La predicción de la conducta es posible: Verdadero… a medias.
    Actualmente, y a caballo entre la psicología y la filosofía, podríamos asegurar que es imposible predecir la conducta de un individuo al cien por cien. Esto es así porque entraríamos a hablar de predestinación, algo que, como ya digo, entra más en campos de discusión filosóficos (e incluso teológicos) que puramente científicos.

    Sin embargo, sí que podemos llevar a cabo estudios para establecer los patrones de conducta de los individuos, en base a estudiar sus perfiles y clasificarlos. En el caso de mi investigación yo elegí la personalidad, pero hay casos aplicados en la actualidad que están dando buenos resultados, como es la búsqueda de perfiles de riesgo yihadistas. También el profiling (creación de perfiles psicológicos en base a los datos de un crimen) trata de predecir la posible conducta futura de autores y víctimas de un crimen, con un éxito moderado.

    De lo que no cabe duda es que la predicción de la conducta como tal no es posible (o al menos, no es infalible), pero sí que tiene cabida la predicción de patrones de conducta más o menos probables.
  • Puede crearse legislación para ser capaces de detener a individuos antes de que cometan crímenes: falso.

    El Derecho es bastante claro en este punto: no podemos castigar a alguien por tener cualquier tipo de pensamientos; tan solo cuándo los traduce en actos (preparatorios o ejecutorios) podemos intervenir. Esto en realidad permite que se cumplan las garantías de un Estado de Derecho, dado que si pudiéramos castigar a alguien por pensar diferente… bueno, ya te imaginas por dónde voy, ¿No?

    Por supuesto, en Minority Report esta legislación sí que existe, pero basándose en una capacidad de acierto absoluta. Esto hace que encuadremos esta afirmación como falso. Pura ficción.
  • Una hipotética predicción de la conducta sería exacta: falso.

    Como decíamos más arriba, no deja de ser una utopía ser capaces de predecir con tal exactitud un evento que podamos crear imágenes del mismo (como es el caso de Minority Report). Sin embargo, sí que se pueden establecer conjeturas basadas en la estadística y en la investigación, para determinar cuáles son las causas de acción más probables de los individuos. Por tanto, lo que realmente estaríamos “prediciendo” sería la tendencia de respuesta de un individuo ante diversos estímulos. Esto, que parece una tontería, es actualmente utilizado por disciplinas como el marketing o la publicidad para determinar cómo abordar a individuos diferentes.
  • Predecir la conducta sería tan solo aplicable a homicidios: falso.

    Hay que entender que Minority Report se basa en una premisa concreta para plantear esto: los precogs son los que determinan cuándo y cómo serán los crímenes, y por tanto tan solo aquellos que dejen una huella más grande pueden ser “predichos”. Aunque esto es relativamente coherente con la ficción que esta obra representa, nada más lejos de la realidad; como he dicho más arriba, de hecho, la predicción o prevención se está utilizando con fines aplicados, entre otros, a combatir el terrorismo. Además, en las cárceles se suele aplicar (por parte de psicólogos) la llamada “evaluación de riesgo de reincidencia”. Estos cuestionarios permiten determinar en qué medida un individuo tiene una alta o baja probabilidad de reincidir en una conducta delictiva. Sí, bueno, en realidad no dejan de ser orientativos y tampoco tienen una fiabilidad extrema, pero no dejan de ser, en menor medida, ejemplos de lo que estamos tratando aquí.
  • Anticiparnos a la conducta de un individuo reduciría notablemente la tasa de criminalidad: verdadero.

    Sin duda alguna, esta afirmación es correcta. Su explicación, la cual podría parecer obvia, la encontramos en que la prevención suele resultar mucho más útil a la hora de evitar conductas criminales que el castigo posterior al acto como método punitivo y disuasorio. En esto se basa, de hecho, el trabajo de muchos trabajadores sociales y psicólogos que trabajan con menores, tratando de encauzarlos y evitar que desarrollen conductas asociales que en un futuro puedan llevarles a la cárcel. Esto, a su vez, tiene otra vertiente, y es que si somos capaces de detectar perfiles de riesgo, podemos ser capaces de realizar un seguimiento para, si comienzan a planificar un acto criminal, ser capaces de detenerles en los actos preparatorios (y no limitarnos a actuar una vez se haya cometido el crimen).




Como decía al principio de esta entrada, creo que el mundo cinematográfico puede servirnos para ilustrar y transmitir conocimientos con una facilidad mayor que, simplemente, leyendo en un libro o estudiando la lección del día. En realidad no dejan de ser métodos complementarios, pero parece que hay una infraestimación del primero en detrimento de los otros dos. En cualquier caso, con estas reflexiones me gustaría poner en relevancia que realmente podemos explicar muchos fenómenos (y no solo de criminología o psicología) a través de la visualización de una película. Si consideras que has aprendido algo, te animas a ver la película por lo que aquí has leído, crees que estoy totalmente equivocado, o no estás de acuerdo en ciertos puntos… mi objetivo está cumplido.

Un saludo, querido lector.




-Hay una última cosa que quería decirte: el Diario está a punto de cumplir su primer año de vida (faltan unos días). Aunque ya realizaré una entrada haciendo un pequeño resumen de este año en términos de visitas, entradas, alcance, etc., quiero aprovechar para agradecerte el hecho de que me hayas seguido y leído durante todo este tiempo (o bien, que me hayas encontrado por casualidad hace poco tiempo. Porque admitámoslo, es casualidad). ¡Espero estar a la altura durante otro año más!

domingo, 13 de septiembre de 2015

La Mente Criminal, de Vicente Garrido

Si leíste la entrada que dediqué a la psicología y al papel que tenemos nosotros como valedores de la misma (si todavía no lo has hecho, puedes leerla en este enlace), recordarás que comenté que había conocido un caso en el cual unos colegas de profesión ofertaban algo tan factible como tratar una psicopatía, como si ofrecieran uno de muchos platos en el menú de un restaurante. Pese a que estoy de acuerdo en que hay ciertos aspectos de la psicopatía que creo que no solo pueden, sino que deben ser tratados, se trata de una propuesta inasumible (y más para personas que no tienen ninguna experiencia en esta temática) que requeriría de muchas más investigaciones y que, hasta el momento, contradice las distintas teorías sobre cómo funciona la psicopatía, siendo un trastorno/rasgo de personalidad imposible de erradicar.



Precisamente pensando y debatiendo con algunos compañeros sobre el tema, recordé que había recibido algunas clases sueltas (tanto en el máster como en algunos cursos) de Vicente Garrido Genovés, uno de los expertos más reconocidos en el campo de la perfilación criminal y de la psicopatía. Y buscando información sobre el tema (y el autor), encontré que tiene publicada una gran cantidad de obras que tratan precisamente la psicopatía. No dejando de recomendarte que le eches un vistazo, porque creo que si te interesan estos temas con la obra de Garrido tienes para rato, no pude evitar pensar en lo interesante que resultaría leer alguna para informarme y (posteriormente) hacer una reseña en el Diario. Así que finalmente, y entre muchas de ellas, me decidí por aquella cuyo título (y temática) consideré más atractivo: La Mente Criminal.

Sobre Vicente Garrido, en realidad, hay tanto que podría decir que tendría que dedicar una entrada entera. A modo de resumen, diré que ejerce como profesor universitario en la Universidad de Valencia, siendo a su vez colaborador en otras muchas universidades e investigador. Ha ejercido también como consultor de la ONU y de diversas fuerzas de seguridad, y es un habitual tanto como escritor de libros y artículos en periódicos, como de diversos programas de televisión. Un fenómeno, vaya. Aprovecho, en cualquier caso, para dejar más abajo un link con más información sobre este autor.



Presentado el profesor Garrido, pasemos ahora a hablar de su libro.

La Mente Criminal, de 320 páginas, se trata de una lectura ligera a la par que interesante, donde te verás sumergido en el estudio (como el título del libro reza) de la mente de diversos delincuentes. Publicado en el 2007, en él el autor diferencia muy bien los distintos conceptos, separando los distintos tipos de asesino en serie y clasificando a los mismos según elementos muy sencillos de entender (especialmente si conoces algo de psicologia), haciendo constantes referencias a la cultura popular y a datos que el lector conocerá de la vida cotidiana. Se trata, por tanto, de un libro muy ameno que sin duda creo encontrarás muy interesante.

A continuación indico alguno de los puntos más reseñables del libro:

  • La temática que trata es, sencillamente, muy atractiva. ¿A quién no le llama la atención el estudio de los asesinos en serie? Prueba de ello es la inmensa cantidad de series y películas que han salido en la actualidad sobre el tema. Vicente Garrido, desde su más que suficiente experiencia, sabe perfectamente cómo enganchar al lector en cuanto a los datos, las anécdotas y la información transmitida. Convierte, por tanto, una temática interesante para el lector en algo todavía más atrayente, si cabe.

  • Está escrito con un estilo similar a cualquier otro libro de divulgación, y sin embargo podría cumplir a la perfección la función de libro de texto. ¿Qué quiero decir con esto? Que este libro puede servir tanto para entretener como para aprender, ya sea a nivel de gente “lega” en la materia como a profesionales que tienen interés en entender cómo funciona la psicopatía y cuáles son las características de los asesinos en serie.

  • Aborda el caso de los asesinos en serie y la psicopatía desde el enfoque de la perfilación criminal, una herramienta de la criminología harto conocida actualmente, pero rodeada de un gran halo de ficción e imprecisiones. Esta, siendo una de las principales contribuciones que la psicología aporta a la criminología, es quizá también una de las herramientas que más llama la atención al público en general, lo cual a su vez hace muy interesante la lectura sobre cómo se aplica y cómo funciona en la investigación criminal. Uno de los puntos más fuertes, sin duda.

  • No se limita a tratar a los asesinos en serie tradicionales, sino que se atreve a hablar de casos españoles y, de manera sorprendente, de mujeres. Esto último es especialmente interesante ya que (y este dato es realmente interesante) más de un 90% de los asesinos en serie son hombres. En el libro se especifica como las “asesinas” suelen tener otros métodos, otras motivaciones y, en definitiva, otras características respecto a sus homólogos masculinos.

  • Por otro lado, además de tratar a los asesinos, también son tratados los métodos que fueron imprescindibles para su captura. Así, no trata solo elementos criminológicos, sino también técnicas propias de la criminalística (dactiloscopia, análisis de ADN, etc.). Esto puede plantear un pro y un contra para el lector, dado que en más de una ocasión el profesor Garrido quizá se anda “por las ramas” a la hora de hablar de estas técnicas. Aunque solo tengas interés en la historia de los asesinos en serie, por tanto, encontrarás también la historia de la metodología utilizada para atrapar a cada uno de ellos. Que sea interesante o no, lo dejo a tu criterio.


En cualquier caso, si tengo que hacerle una crítica de algún modo a este libro, es que trata al psicópata como alguien “maléfico” por naturaleza. Es decir, trata a los psicópatas como individuos que producen mal sean asesinos o no. Ya sea con un cuchillo o en su vida diaria en ámbitos mundanos como son el laboral o familiar, Garrido los trata siempre como individuos que producen daño a la gente de su alrededor. Personalmente no estoy de acuerdo con esto, por el sencillo motivo de que la incapacidad para sentir empatía no me parece motivo suficiente para etiquetar de agresivos a todos los psicópatas. Y me plantearás “¿No estás pecando de exceso de confianza?”. Creo que en este caso es en realidad al contrario, que Garrido tiene una visión algo dura sobre la psicopatía. Sin embargo, en ningún momento dejo de tener presente que él es un experto reconocido a nivel internacional sobre el tema, con años de estudio e investigación a la espalda, con lo cual puede ser que realmente tenga razón y yo me esté equivocando. Yo al menos como psicólogo me resisto a creer esto.

"...la incapacidad para sentir empatía no me parece motivo suficiente
para etiquetar de agresivos a todos los psicópatas." 

A título personal, procuraré contactar con Vicente Garrido (con el cual por cierto ya me comuniqué por correo hace un par de años, y es un individuo muy amable) y preguntarle, porque también puede ser que yo lo haya entendido mal. Nuevamente, lo dejo a tu criterio.

En conclusión, y sin intención de alargar más la entrada, te recomiendo la lectura de este libro, tanto si eres un estudioso de la temática como si tan solo eres un aficionado a la lectura en general o a la criminología en particular. Sea como sea, creo que lo disfrutarás mucho.

Un saludo, querido lector.





P.D: Dejo aquí el enlace con más información sobre Vicente Garrido. Ni está del todo actualizada (creo que solo llega a 2007) ni es la mejor página que he encontrado, pero bueno... era eso, o rezar porque entendierais su entrada de wikipedia en valenciano. Sé que sabrás perdonarme.

jueves, 10 de septiembre de 2015

Europa: un éxodo moderno.

Sé que esta no se trata de una entrada relacionada puramente con la psicología o la criminología. Entiendo que tú, observador avezado, puedas plantearte que quizá esta entrada camina por límites más allá de los establecidos por este blog desde su nacimiento. Y en realidad, puede que tengas toda la razón. De hecho, tenía pensado subir una reseña sobre un libro, ni siquiera pensaba escribir nada sobre esto (porque creo que ya está todo dicho). Pero hoy, tras ver nuevamente las noticias, no he podido resistirlo. Porque creo, sinceramente, en la importancia de este tipo de reflexiones.

"...porque creo que ya está todo dicho".


Estamos sometidos a un constante bombardeo informativo sobre lo que está ocurriendo en Europa del este estas últimas semanas (también lo estábamos de lo que ocurría un poco más allá desde hace más tiempo, pero eso... bueno, nos tocaba más lejos, ¿no?). El drama del gigantesco éxodo que están sufriendo los habitantes de Siria y sus países vecinos, huyendo de la guerra y la abominable situación que allí se está viviendo (tanto por gobiernos autoritarios como por la creciente amenaza del Estado Islámico, una criatura que no cesa de crecer), parece haber copado de golpe y porrazo la actualidad de los medios de comunicación. Como si de una sorpresa para todos se tratase. Pero sé realista... ¿Lo es para ti?

Lo que realmente me resulta a mí una sorpresa es que se haya tardado tanto en darle la importancia que merece a un asunto de extrema gravedad como es este. Aunque a decir verdad, tampoco sé muy bien de qué me asombro. Al fin y al cabo, Europa (Occidente, para ser más justos) vive en su eterna burbuja de seguridad hasta que algún “extremista islámico” nos recuerda que somos parte de algo más grande, ya sea poniendo una bomba en unos trenes, en un autobús, o masacrando a los trabajadores de una revista. Esos hechos, que parecen despertarnos temporalmente lo justo para poder ser conscientes de la realidad, actúan como un ruido durante el sueño: abrimos levemente los ojos, observamos a nuestro alrededor que todo sigue bien, y luego continuamos con nuestro letargo. Pero... ¿qué pasa cuándo el ruido es sostenido, y nos impide retomar el descanso? Pues precisamente, eso es lo que está ocurriendo con el flujo de inmigrantes que, mientras tú lees y yo escribo, desbordan las fronteras de Hungría y Grecia.

"Un éxodo moderno".


Estoy seguro de que entiendes perfectamente de lo que hablo. ¿Es que acaso no has visto en Facebook la foto de esa pobre criatura ahogada en la orilla de una playa? ¿Has sido consciente de la indignación que ha levantado? Como si realmente eso fuera un acto aislado, un evento puntual. Como si al día no estuviesen muriendo decenas de refugiados. Como si cientos de niños no hubieran fallecido ya, víctimas del mar, del hambre, o de los cócteles molotov de bienvenida.

Y ahora, todo ha explotado.

Ya no hay sueño posible. No hay descanso al que regresar (aunque no tardaremos en buscar otra habitación desde la que no escuchemos el ruido, porque así es el ser humano). Ahora, todo el mundo está hinchando el pecho, gritando al aire: “NO ES JUSTO”. Aunque no todos quieran decir lo mismo al aludir a la justicia.

Aprovecho, en líneas de este último planteamiento, para dejar un vídeo que encontré esta mañana sobre el tema. A buen entendedor, pocas palabras bastan.



Personalmente, mi sensación al escribir estas líneas es algo similar a la que sentí en enero, al escribir la entrada sobre la masacre de Charlie Hebdo. Una mezcla de gran lástima, rabia, impotencia, pero también de autocrítica. Al fin y al cabo, tú y yo también de somos responsables de todo este problema, por más que apuntemos hacia arriba. Somos cómplices de esta terrible huída, este éxodo moderno en el cual las aguas no se abren y los egipcios esperan a ambos lados del mar. Donde luego aguardan cuarenta largos años del desierto que es la exclusión social en Europa.

¿Pero por qué? ¿Por qué entro a un blog para leer cómo me apuntas como cómplice necesario de un delito que yo no he cometido? ¿No es acaso culpa de los que mandan, no son ellos los que han provocado todo esto? ¿Qué me retiene aquí, por qué debería aceptar aquello de lo que me acusas?

Porque atribuir la responsabilidad en una sola dirección es, irónicamente, irresponsable.

Esto es lo que nos dice la psicología sobre la atribución de errores: muy pocas veces están tan solo en una de las partes. No creo que todo se base en apuntar con el dedo a uno u otro, esperando con ello entender el problema en términos de una simple suma. Los problemas son complejas ecuaciones, en los cuales es muy complejo que tan solo una parte aporte las incógnitas. Eso es innegable. Y el que intente contradecirlo, es un necio, o un hombre con suerte.

Pero... ¿En qué hemos contribuido nosotros? ¿Cuál puede ser nuestra parte de culpa en todo este conflicto?

-Hemos financiado a gobiernos autoritarios.

-Hemos apoyado (y participado en) guerras de castigo contra ellos.

-Hemos saqueado, destruido y dividido sus territorios.

-Hemos complicado su integración entre nosotros.

-En definitiva, hemos mirado para otro lado.

Y ahora, todos clamamos al cielo cuando vemos a un pobre niño ahogado en nuestras costas. La hipocresía europea, supongo.

La hipocresía europea, supongo.


Son refugiados, querido lector. Están huyendo de su país, de su ciudad, de su hogar. Están dejando atrás todo lo que tienen, en muchos casos incluso a parte o a toda su familia, para buscar un refugio. Están atravesando muerte, penurias y pérdida, porque en su tierra ya solo les queda eso. Y nosotros lo vemos desde la comodidad de nuestras casas, todavía adormilados tras un largo descanso. ¿Cuál es el problema añadido? Que no se trata solo de los refugiados sirios. Porque al menos en España, ese gobierno que acaba de reforzar la seguridad de la valla de Melilla y de aprobar las devoluciones en caliente, ahora se llena la boca planteando soportar cualquier cuota de refugiados. No, amigo mío, se trata de una huída masiva de todos aquellos países con los que Occidente ha jugado una larga partida de ajedrez, una huída hacia la vida, hacia la esperanza. Y ahora pregúntate, ¿Qué podemos hacer nosotros?

Pues bien; si quieres ayudar, no es necesario que cojas tus cosas y te vayas de voluntario a Europa del Este. No es mi objetivo, en absoluto, con esta entrada. Si tuviera que calificar mi reflexión de algún modo, sería de monólogo socrático. Lo único que pretendo es que pienses, que medites sobre el tema. Porque muchos de nosotros alguna vez habremos visto a un “moro” por la calle, y más de uno habrá cambiado de acera. O discutido sobre que deberían irse, porque se dedican a robar. No voy a negar que más de uno haya elegido esa vida, eso sería absurdo. Pero hay que pensar que muchas de esas personas probablemente hayan venido huyendo de algo terrible, algo que nosotros solo podemos entender a través de la televisión a duras penas. Una cultura diferente, unas ideas diferentes, una lengua y unas tradiciones diferentes, que desaparecen de golpe. Ese es el precio que muchos de ellos tienen que pagar para venir a Europa, para huir hacia delante. Trata de apoyar su integración. Para ello, cientos de profesionales trabajan a menudo, trabajadores sociales, educadores, profesores, etc. Apoya su labor con un cambio de perspectiva. Porque en realidad, el cambio de paradigma, la educación de una sociedad que ha vivido cegada, es el primer paso en un largo camino hacia la salvación de estas pobres almas, perdidas en la inmensidad de una tierra que no les quiere ni les entiende.


El gran problema que existe con los refugiados habla en realidad de miedo, de integración, y de racismo soterrado. Y ahora, tanto los de arriba como los de abajo nos enfrentamos a las consecuencias de una larga inconsciencia, un sueño del que hemos despertado para toparnos con la pesadilla de la realidad. Pero no lo olvides: son ellos los actores de esa pesadilla. De ti y de mi depende empezar un cambio, antes de que sea demasiado tarde. 

jueves, 27 de agosto de 2015

¿Qué puedes hacer tú por la psicología?


Todavía hoy en día es demasiado habitual encontrarse con gente que no entiende (o no quiere entender) cuál es la función de un psicólogo. Por entender, en realidad mucha gente ni siquiera comprende qué es un psicólogo realmente, mirándonos con una mezcla de respeto (se dice que tenemos poderes psíquicos), curiosidad e incredulidad. Otros hay que conocen de oídas lo que hacemos, que somos terapeutas, hablamos de fases anales y utilizamos divanes, pero poco más allá. Hay incluso un nivel superior en la escala de conocimiento, y son aquellos que, conociendo lo que hacemos los psicólogos, le restan importancia o lo convierten en trivialidades ensombrecidas por lo que sí realizan otras grandes profesiones. Estos merecerán en su momento una entrada aparte.

Pero hay algo todavía peor, un nivel de ignorancia todavía más preocupante, que en realidad es en muchas ocasiones el menos abordado, como si de un tema tabú se tratase, y que representa a su vez el más preocupante de todos: los psicólogos que no saben qué hace un psicólogo.

Que levante la mano quien cree que un psicólogo es exactamente así.



Los psicólogos nos enfrentamos a un mundo totalmente adverso hacia las cosas que no conoce, y nuestra profesión es, tristemente, poco conocida. Además, lo poco que se conoce suele ser bastante escaso y bastante malo. Y sinceramente, creo que los propios psicólogos tenemos mucho que ver con esa situación. ¿Por qué? Bueno, he tenido ocasión de conocer a muchos psicólogos, tanto dentro como una vez concluida la carrera. No hablo de psicólogos generalistas (algo que quizá somos todos recién terminados la carrera), sino a psicólogos de recursos humanos, sanitarios, dedicados a la criminología, metodólogos, neuropsicólogos, etólogos, etc. Bien. Todo esto que he nombrado requiere una preparación, un entrenamiento previo. ¿Si padecieses una depresión, te pondrías en manos de cualquiera? ¿Si el clima laboral de tu empresa no es bueno, recurrirías al primero que dice ser psicólogo? ¿Y si diriges una organización que trata con menores en riesgo de exclusión social?

La cuestión, en realidad, se trata precisamente de que en muchas ocasiones, veo a demasiados psicólogos que no parecen entender qué están haciendo, qué están preparados para hacer. Por poner un ejemplo, conozco el caso de una clínica de psicología que oferta multitud de servicios, como si de un mercado de tratamientos se tratase. Pero entre todos los servicios que ofertaba (que créeme, eran muchos más que muchísimos) hubo uno que me llamó especialmente la atención.

Tratamiento de problemas con psicopatías.


¿Cómo se trata una psicopatía?

No, en serio. Yo tengo dos máster, he leído muchísimo sobre el tema, me he formado a través de cursos, y todavía sería incapaz de plantearme que una psicopatía pueda ser tratable. De hecho, la psicopatía, según los expertos (Vicente Garrido tendría mucho que decir aquí) ni siquiera es considerada un trastorno “reversible” de la personalidad, sino más bien un rasgo o faceta propia de la personalidad, con lo cual no tendría ningún sentido intentar tratarla. Y por si fuera poco, la gente de la clínica no tenía ninguna formación en criminología, o en tratamientos especializados. Es como si a un ingeniero recién licenciado le dijésemos “bueno, aquí tienes tu despacho. Ahora, a diseñar reactores”.

¿Cómo podemos esperar que se nos respete si tratamos de pasar por profesionales todoterreno que todo lo saben y todo lo arreglan?

Luego hay, por supuesto, otros temas que desembocan en una actitud desconfiada hacia nuestra disciplina, como la insidiosa pregunta de si la psicología es o no es una ciencia. Vamos a acudir a la RAE a ver qué nos dice ella sobre qué es una ciencia:

“Conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales”.

Aquí lo tenemos: ni más ni menos. ¿Está englobada la psicología ahí? Depende. Efectivamente, los conocimientos de la misma se obtienen en base al método científico, por lo cual podríamos entenderla como una ciencia (humana o social, que no exacta). Sin embargo, ¿Están realmente contrastadas todas las terapias psicológicas? La respuesta sería un “bueeeeno…”. Y ahí está el gran debate. Hay demasiadas terapias poco contrastadas que, sin embargo, resultan muy famosas entre la población. Sin ir más lejos, la teatroterapia o la musicoterapia no están totalmente verificadas como terapias realmente funcionales. Por supuesto, siempre puede saltarme algún partidario de estos métodos y decirme que conoce a alguien a quien le funcionó. Mi respuesta: hasta un reloj sin cuerda acierta con la hora dos veces al día. Yo no digo que puedan ser terapias útiles o no, eso lo desconozco, pero lo que sí que puedo decir es que no están contrastadas. Si utilizamos técnicas no contrastadas, no podemos dejar que se nos llene la boca defendiendo la psicología como una ciencia, porque NOSOTROS la estaremos convirtiendo en una pseudociencia.

Pero eh, luego nos chivaremos a la profe cuando nos llamen chamanes.

Aquí un psicólogo practicando la telepatía antes de una clase de
defensa contra las artes oscuras.


Esto, querido lector, son algunos ejemplos de cómo precisamente los psicólogos son, en muchos casos, los que realmente lastran el reconocimiento que la psicología necesita.

Cuando entramos a la carrera, siempre aparece el típico profesor que nos recuerda “algunos estáis aquí porque queréis entenderos, porque os preguntáis qué puede hacer la psicología por vosotros”. Por supuesto, un gran número de personas piensan mentalmente “vaya, me ha calado”, porque realmente esta es una de las motivaciones más comunes por las cuales uno entra a la carrera, y probablemente es de las más absurdas. Pero pensando precisamente en eso, yo desde aquí me quiero permitir cambiar el enfoque de la pregunta. Dejemos de preguntarnos qué puede hacer la psicología por nosotros. ¿Qué podemos hacer nosotros por la psicología? ¿Qué puedes hacer tú por la psicología?

Aquí va mi propuesta sobre lo que creo que todos podemos hacer para mejorar el tratamiento de la psicología. Creo que si realmente nos asegurásemos de cumplirlos todos, realmente estaríamos en condiciones de exigir respeto. Al menos, yo creo que el respeto uno debe ganárselo en base a sus actuaciones, y no exigirlo como si de un derecho inalterable se tratase.

  • Lee mucho. Y no solo las últimas investigaciones, sino también libros de texto, novelas, monográficos o, sencillamente, noticias sobre la psicología. La lectura nos permite conocer otras historias, otras realidades distintas a la nuestra, y esto es, querido amigo, esencial en el día a día de un psicólogo.

  • Sigue formándote. Uno nunca debería dejar de estudiar y aprender a lo largo de su vida. Trata de estar al día sobre la utilidad de las nuevas y las viejas terapias, así como de otros avances que se den en tu campo. Cuando no sepas como aplicar la psicología a un campo concreto, no te lances sin pensarlo: muchas veces están en juego demasiadas cosas. Trata al menos de tener las nociones básicas para asegurarte de no meter la pata. O al menos, de no intentar tratar una psicopatía. Lo cual, por cierto, me lleva a mi siguiente punto…

  • No sabes nada, Jon Nieve. Todavía recuerdo cuando un profesor de la facultad nos contó la anécdota de “aquella vez que intentó explicarle a una mujer como criar a su niño”. Esta, sonriente tras escuchar a mi profesor, sonrió y le preguntó: “¿No tiene usted hijos, verdad?”. Y efectivamente, no los tenía. Desde ese día, ese profesor se aseguró de escuchar y aprender más de todos aquellos temas que no conocía, y de no pensar que por ser psicólogo sabía más que nadie o daba los mejores consejos. Tenlo en cuenta: no podemos pedir que alguien escuche lo que decimos sin antes escucharle a él. Cuando creas saber algo, siempre habrá alguien que te sorprenda.

  • Investiga. Creo que esto debería ser básico para todas las carreras, pero para la psicología más si cabe. Antes de entrar a debatir si es una ciencia o no, tienes que saber qué implica estudiar una ciencia. Tienes que saber estadística, metodología, plantear y comprobar hipótesis y, en general, una miríada de cosas que solo aprenderás cuando trates de realizar una investigación. Creo que esto nos permitirá hablar de la psicología como ciencia con conocimiento de causa. Y por supuesto., no creas que por ser una ciencia, la psicología es infalible. El método científico es, como su nombre indica, una metodología, un sistema de comprobación de hipótesis que no asegura ningún resultado. Pero al no tratarse de una ciencia exacta, siempre hay margen de error. De ti depende tratar de corregir ese error y mejorar el corpus de conocimiento de la psicología, o hacer como que no existe.

  • Ten sentido del humor. Nuevamente creo que esto es algo que cualquier profesional debería de tener. Esto no implica que tengas que reírte en la cara de un paciente, pero creo que las críticas pueden aceptarse correspondiéndolas con buen humor. Si un compañero físico o biólogo se ríe de la psicología por “no ser una ciencia”, te llama “estudiante de letras”, o te encuentras a alguna persona que te asegura que “no cree” en la psicología, no entres en cólera (salvo con los matemáticos. Esos se lo merecen todo). Respira hondo. Busca algún comentario ingenioso. Trata de recordar cómo se escriben nombres tan graciosos como Freud o Wundt. Las pataletas que he visto tener a algunos compañeros no ayudan a que se nos vea como auténticos profesionales. Además, aproximadamente el 50% de la población sufre o sufrirá algún trastorno mental a lo largo de su vida. Ya llegará el momento de recordarles nuestros honorarios mientras se recuestan en un diván.

  • Las creencias no deben chocar con lo científico. Esto personalmente me ha costado aprenderlo mucho, pero creo que es algo tremendamente importante. Pongo un ejemplo para ilustrarlo: si una persona cree en Dios y se refugia en su creencia hacia él para hacer frente a una pérdida o enfermedad, esto no es malo, pese a que no sea científico. Arrebatar las creencias a las personas solo es lícito cuando esas creencias las están destruyendo a ellas o a la gente de su alrededor. Por tanto, no olvides que si bien las terapias, tu formación y tu orientación deben ser científicas en todo momento, lo que para unos es inútil puede ser realmente un clavo al que aferrarse para otros. Piénsalo mucho antes de dejarles sin él.

  • Defiende tu profesión, pero respeta las demás. No hay mucho que decir sobre esta. Defender no implica atacar a otro. No se trata de conseguir posicionar nuestra disciplina a base de empujar a las demás y colocarnos sobre ellas. Tampoco se trata, como muchos creen, de solucionar un problema con palabras en lugar de con pastillas (si eres psicólogo, sabrás a qué me refiero). Todo tiene su lugar. Sobre todo, a la hora de ayudar a las personas.

  • El código deontológico está ahí para cumplirlo. Tampoco hay mucho que decir sobre esta, aunque sí que quiero transmitirte un consejo: si no estás seguro de si lo que estás haciendo es lícito, moral o legal, una llamada al Colegio Oficial de Psicólogos a tiempo puede ser de gran ayuda.  

  • Por último, disfruta con lo que haces. De nada sirve todo lo que te he dicho si realmente no sientes pasión por tu carrera, por tu disciplina y por el campo de conocimientos que forman la psicología. No tenemos nada que envidiar a los ingenieros, pues nuestro es el cometido de entender la máquina más perfecta y compleja que existe en la naturaleza: la mente humana. Si todos los días de tu vida te levantas pensando “vaya, otro día más al despacho” (o donde sea que trabajes), ¿Cómo vas a conseguir motivar a otros individuos? Tú eres el primero que debe sentirse feliz con lo que está haciendo. Los consejos que le darías a un paciente/cliente, no dudes en aplicártelos a ti mismo. Y quizá en ese momento en el que realmente creas en lo que estás haciendo, y lo respetes y aprecies a partes iguales, seas capaz de defender ante cualquier persona la importancia que la psicología tiene, en qué consiste y cómo puede ayudar a otros.


Y mientras tanto, sigue preguntándote: ¿Qué puedes hacer tú por la psicología? 






P.D: acabo de inaugurar en Facebook la página de “El Diario de Watson”, en la cual colgaré los enlaces a todas las nuevas entradas que siga publicando. Además, en esa misma página colgaré muchos contenidos que, por su longitud o temática, posiblemente no cuelgue aquí (no voy a escribir una nueva entrada cada vez que quiera compartir algún enlace suelto, un curso, o una noticia, salvo que realmente tenga algo que decir sobre ellos). Procuraré, por tanto, que blog y página de Facebook sean complementarios. Quedas invitado, si quieres echarle un vistazo.



P.D.2: notarás que, en el lateral de la página (aunque en pequeño) aparece un link llamado “Calendario de eventos criminológicos”. Se trata de un calendario online compartido por el SIEC (Sociedad Interuniversitaria de Estudiantes de Criminología), en el cual aparecen algunos eventos relacionados con la criminología y la psicología criminal (cursos, ponencias, jornadas, etc.). Échale un vistazo, que creo que merece la pena. Por cierto, existe la opción de que, si encuentras un curso que no aparece ahí, se lo mandes a los chicos del SIEC para que lo añadan al calendario. Así que… ¡echemos una mano, que no cuesta nada!

viernes, 14 de agosto de 2015

El crimen de Cuenca: una reflexión sobre el encierro indefinido.

La verdad es que no tenía pensado escribir nada hoy. Tampoco quiero perder la costumbre de no tener costumbres. Sin embargo, ha sucedido uno de esos eventos que me encienden la “chispa”, las ganas de escribir o hablar de algo, y bueno, aquí estoy. En realidad, esta vez no vengo a hablar de nada que no conozcas, a recomendar un libro o una película, ni nada por el estilo. Se trata, nuevamente, de una reflexión. Y como tal, bueno, sé que no tiene el mismo atractivo, pero me parece un tema importante, dado que además llevo ya varias entradas comentando que me gustaría hacer una entrada dedicada al tema de la prisión, el aislamiento y la prevención, y creo que esta reflexión va un poco en esa línea.

Estoy seguro que, al igual que yo, has estado siguiendo la información que habla sobre el crimen que se ha cometido en Cuenca, un acto lamentable en el que han asesinado a dos mujeres jóvenes. Sea por interés propio o porque ha aparecido en todos los canales y en todos los periódicos (como en su momento ocurrió con el caso del pederasta de ciudad lineal, del cual hablé en esta entrada), lo que es casi seguro es que algo te sonará sobre el tema.



A modo de resumen, te planteo la situación: una chica va a casa de su reciente exnovio a recoger cosas que se había dejado (después de la ruptura), y le pide a una compañera que la acompañe. Una vez allí, y todavía no se sabe exactamente cómo, ambas fueron asesinadas (presuntamente por el exnovio), sus cuerpos fueron quemados y abandonados en el lecho de un río. La historia no acaba ahí: el presunto asesino (el exnovio de la chica asesinada) se dio a la fuga, y ha sido detenido hace 24 horas en Rumanía. Al parecer también ha salido la luz que compró la cal que utilizó para quemar los cuerpos con unos días de antelación, con lo cual se sospecha que el crimen, en caso de haberlo cometido él, pudo ser premeditado.


(Aquí dejo el enlace por si quieres más información: http://www.20minutos.es/minuteca/doble-crimen-en-cuenca/)


El caso es que, lejos de querer entrar a discutir si es culpable o no (que mi opinión tengo, por supuesto, pero no creo que ese sea el tema ahora mismo), y entendiendo la inmensa condena que se le está haciendo socialmente a este presunto asesino (sobre todo a través de redes sociales), lo que realmente me ha llamado la atención ha sido los tipos de comentarios que se hacen sobre este individuo. Aquí un ejemplo:

“Los criminales como el que o "los que han" llevado a cabo esta masacre no se merecen revisión de condena”


La criminología que estudiamos no sirve solo para pillar a los malos, o evitar que cometan delitos. Sirve, además, para que una vez que cometan un delito, reflexionemos sobre qué deberíamos hacer con ellos. Porque ni somos tan cerrados de mente como para disparar en la nuca a un criminal (ya se trate de un asesino, un violador, o un robagallinas), ni somos tan utópicos de pensar que basta con un par de reprimendas y un “no lo volveré a hacer”. Precisamente en el máster que hice en Sevilla nos metieron mucha caña con este tema, y se resumiría un poco del siguiente modo: todos, desde el rey hasta el siervo, el asesino o el superviviente, el bueno o el malo, debemos ser objeto de las mismas garantías jurídicas. Esto, que puede parecer una obviedad, se nos olvida cuando encontramos que un sujeto ha volado por los aires un coche, llevándose a 10 personas inocentes por delante, o en casos como este, en los cuales un individuo liquida a dos chicas, aparentemente sin un motivo más allá de la venganza.

Por supuesto, yo entiendo que esto es muy cómodo decirlo cuando no son mis hijas, mis hermanas, mis amigas, o en general, conocidos o familiares míos. Evidentemente estoy siendo muy frío con este tema, pero eso es porque precisamente creo que no tenemos que olvidar que estamos en un Estado de Derecho, en el cual todo individuo, por el mero hecho de serlo, tiene unas garantías jurídicas básicas. Sí, es cierto que da mucha rabia cuando encontramos a gente así, pero si empezamos a establecer excepciones, nos convertimos en jueces, jurados y verdugos. Si empezamos a encerrar a individuos de por vida por cometer asesinatos, estamos encerrando a dos tipos de individuos: aquellos que realmente no van a cambiar nunca y jamás se arrepentirán, o a aquellos que cometieron un error gravísimo y tienen la posibilidad de aprender y redimirse.

Y por supuesto, si hoy encerramos de por vida a los asesinos, ¿Quién nos dice que mañana no encerraremos de por vida a los ladrones? ¿Y si pasado son los alborotadores? ¿O los que se manifiestan contra algún gobierno?

Sé que se trata de un caso muy extremo tal y como lo he planteado. No creo que, de darse un recorte de derechos, tuviera que darse de ese modo (dudo que lo hiciera en realidad). Pero es un pequeño ejemplo que me sirve para tratar de que entiendas que el debate de las condenas, de la revisión y la longitud de las mismas, o incluso de la no revisión (por no hablar ya de la pena de muerte, que por suerte no está vigente actualmente en España) no es en absoluto un tema fácil. Y creo, la verdad, que mucha gente debería reflexionar de manera crítica sobre el tema. Porque sí, por supuesto que me parece deleznable que mueran una, dos o mil personas de una manera tan terrible. Pero eliminar los derechos de un individuo por ello, negarle absolutamente cualquier garantía, convertirlo en un enemigo por algo que puede haber sido un terrible y triste error (que no son todos los casos, la verdad sea dicha), me parece que nos acerca demasiado a justificar (salvando las distancias) ciertas actitudes que se llevaron a cabo en ciertos lugares de Europa, durante cierta guerra mundial, contra ciertos grupos sociales.

Y por supuesto, hay muchos argumentos con los que podrías refutarme: “bueno, pero se trata de criminales, han llevado a cabo acciones contra otros, pasando por encima de los derechos de los demás”, o el tan manido “pero es que las víctimas ya no van a volver aunque se arrepienta”. Sí, estoy de acuerdo. Pero cometiendo atrocidades como encerrar a un individuo de por vida, sin tener en cuenta si el mismo se arrepiente, se enorgullece, se responsabiliza o cree que es culpa de la propia víctima, nos convertimos a la larga en algo bastante peor que ellos.

Una prisión no puede ser tan solo una papelera social,
donde arrugamos y tiramos todo aquello que no queremos.



Hay una cosa que es innegable: somos humanos, no máquinas. Como tal, muchas veces nos dejamos llevar más por los sentimientos o las emociones que por la razón. Pero es cierto que además hay muchas personas que piensan en frío comentarios como el que he puesto más arriba. Y a la inversa, habrá quien piensa un poco más como yo. Lo único que realmente me parece importante es que tú, como criminólogo / futuro criminólogo / persona crítica, encuentres en esta entrada material suficiente para dedicar unos minutos a la reflexión. Si es así, me sentiré satisfecho.

Sé que esto es muy fácil escribir todo esto desde un ordenador, cuando el crimen no me afecta directamente a mí, y que quizá estaría mejor calladito, porque mucha gente puede entender que estoy defendiendo al individuo en cuestión. Pero bueno, es un tema sobre el que llevaba tiempo reflexionando, y creo que es en este tipo de situaciones cuando, lamentablemente, mejor encaja. 

Ojalá no hubiera nada sobre lo que reflexionar.

Un saludo, querido lector. 

jueves, 13 de agosto de 2015

Cybergrooming: depredadores en la red.

Vivimos en una era dominada por el desarrollo de la tecnología digital. Hoy en día, es muy común encontrar un ordenador en cada casa, un teléfono con acceso a Internet, conexión wifi en lugares públicos de las ciudades, etc. Estoy casi totalmente seguro de que tú, apreciado lector de este blog, probablemente te encuentres conectado a la red si no el cien por cien de tu tiempo, un porcentaje muy aproximado (y digo conectado, no navegando. O tal vez sí. ¿Cómo si no se explica que hayas acabado aquí?). Esto, como parte de la búsqueda de un nuevo modelo de sociedad interconectado, permite que nos encontremos en todo momento a un solo click de la comunicación más inmediata. Como es evidente, tanto las generaciones que han visto nacer esta nueva etapa histórica como las nuevas generaciones de jóvenes que nacen dentro de la misma (la generación del nuevo milenio) topan de golpe con posibilidades hasta hace poco desconocidas e imposibles, en el sentido de la casi total ruptura de los límites físicos para llevar a cabo la transmisión de información, comunicación y, en general, todo método de compartir elementos de nuestras vidas los unos con los otros. Esto, por supuesto, ha dado lugar a un número cuasi ilimitado de beneficios en todos estos campos, que permiten que hoy en día, por ejemplo, yo esté escribiendo esto desde un recóndito y extremadamente caluroso lugar de España, mientras que tú, lector, puede que me estés leyendo incluso con una chaqueta puesta. Sin embargo, como casi todo en este mundo, cuando un elemento como puede ser Internet se encuentra tan presente en nuestras vidas, puede ser utilizado también para perpetrar acciones bastante menos lícitas.


Y quizá te estarás preguntando por qué te cuento todo esto. Bueno, pues como siempre, te pongo en situación: esta mañana,  como casi todas las mañanas, mientras me preparaba el desayuno he entrado a mi cuenta de Facebook para leer las actualizaciones de mis contactos, comprobar si tenía notificaciones, etc. Cuál ha sido mi sorpresa al encontrarme con un video que precisamente trata una temática que analicé durante el máster: el cybergrooming. Antes de continuar, dejo aquí el enlace del vídeo para que puedas verlo por ti mismo. Lo recomiendo encarecidamente, dado que se trata de un pequeño experimento que va a justificar lo que voy a decir a continuación.

"Experimento social: el violador de Facebook"


Si el video desapareciese, tan solo tenéis que buscarlo en YouTube con el mismo título. 



Curioso, ¿eh?

¿Qué es exactamente el cybergrooming? Se trata de un formato de cibercriminalidad de carácter sexual consistente en la ganancia de información, confianza o contenido sobre una víctima (menor de edad) por parte de un adulto con fines pedófilos, con el fin de llevar a cabo abusos sobre estos menores (Se diferencia del cyberbullyng en que el acoso se da entre iguales, y que el mismo tiene un carácter sexual). En el cybergrooming, por tanto, un individuo se hace pasar por otro (o miente respecto a características de sí mismo) con el fin de ganar la confianza de un menor, para posteriormente obtener información del mismo, o incluso abusar de él.

Sin intención de frivolizar sobre el tema, conozco a mucha gente que se ha hecho pasar por otros individuos en chats, sobre todo con fines lúdicos. Estoy seguro de que tú también conoces a gente que lo haya hecho. Evidentemente se trata de gastar bromas más o menos pesadas, y todo suele saldarse con risas por parte de uno y enfado por parte de otro. Sin embargo, aquello que puede ser tratado como una broma, si lo alargamos y lo retorcemos, puede derivar en una situación mucho más peligrosa. Sobre todo, si no conocemos cómo funcionan las redes sociales. Y eso es lo que me lleva a la siguiente reflexión.

Nosotros (la mayoría) hemos crecido viviendo el desarrollo de las redes sociales. Yo, nacido a principios de los 90, comencé a utilizar redes sociales de modo bastante tardío, con el famoso Messenger (más que nada porque poco había previamente, y tampoco era tan habitual que hubiera Internet en las casas antes). Sin embargo, conozco a un chaval (nacido en la segunda mitad de la década del 2000) que sí que ha crecido rodeado de unas tecnologías ya asentadas, con unas redes sociales ya establecidas, y con una facilidad extrema de conectarse a las redes. Tanto es así, que con menos de 10 años de edad, el otro día nos lo encontramos viendo vídeos de Youtube sobre juegos. Y cuando indagué un poco más sobre el tema, resulta que juega a un conocido videojuego online e incluso tiene amigos en el mismo. Claro, evidentemente eso llamó mi atención, y le pregunté si conocía a esa persona del colegio. Respuesta: no, la he conocido en el juego.

Imagínate lo doblado que me dejó esa respuesta. Y ahora, vuelve a ver el vídeo, e imagínate de nuevo lo doblado que me dejó esa respuesta.

Por supuesto no quiero ser catastrofista. Yo creo sinceramente que el chaval que mi pequeño amigo conoció en el juego no es más que otro jugador. Y aunque me parece un poco precipitado que un chaval de menos de 10 años ya juegue a juegos online y conozca gente a través de ellos, ni soy padre ni soy su padre, con lo cual no entraré a debatir sobre ese tema.

Pero algo que sí que me parece necesario poner de relevancia es que los tiempos han cambiado. Y es por ello que nosotros debemos adaptarnos a los mismos. Vuelvo a repetir: muchos de nosotros hemos crecido a la par que las redes sociales, y quizá por ello sabemos algo más de cómo están las cosas. Pero hay gente que no se encuentra en la misma situación, gente que se encuentra el mundo al alcance de un click, y seamos realistas, nosotros no podemos impedirlo.

Una imagen vale más que mil palabras



Sin embargo, lo que sí que podemos hacer es tratar de educar a estas nuevas generaciones “digitalizadas” en el buen uso de estas tecnologías. Al fin y al cabo, si damos charlas sobre sexualidad cuando los chavales alcanzan una edad, ¿no deberíamos tratar de educar a los menores en el uso de unas herramientas tan complejas como las nuevas tecnologías? Con todo el respeto que me merecen, creo que esa pequeña ayuda por nuestra parte no les vendrá nada mal. El vídeo que vemos más arriba solo es un experimento, y como tal no pasa de ser un toque de atención a unos menores. Sin embargo, ¿qué les habría ocurrido a esos menores si no se tratase de un experimento? ¿se trata tan  solo de lo espabilado que pueda ser un menor, o se trata de un problema de educación? El cybergrooming (igual que el cyberstalking, o el cyberbullying, entre otros) es una realidad que puede afectar a menores por no tener las herramientas necesarias para ser capaces de discernir situaciones o evaluar la peligrosidad de las mismas. Así que por favor: eduquemos a las nuevas generaciones en el uso de Internet. No se trata de prohibir, ni de ocultar. Se trata de enseñar a controlar, a evaluar y, en definitiva, a pensar. 




P.D: aprovecho para dejar por aquí un enlace al blog "reflexiones criminológicas" (aunque también podéis encontrarlo en el lateral de la web del Diario. Se trata de un artículo sobre menores y redes sociales, que creo que encaja perfectamente con el tema que he tratado hoy. Lo escribe Nuria, experta en cibercrimen, por lo que, como puedes imaginar,controla mucho más esta temática que yo. Además su blog tiene entradas muy interesantes, así que dos pájaros de un tiro.