viernes, 14 de agosto de 2015

El crimen de Cuenca: una reflexión sobre el encierro indefinido.

La verdad es que no tenía pensado escribir nada hoy. Tampoco quiero perder la costumbre de no tener costumbres. Sin embargo, ha sucedido uno de esos eventos que me encienden la “chispa”, las ganas de escribir o hablar de algo, y bueno, aquí estoy. En realidad, esta vez no vengo a hablar de nada que no conozcas, a recomendar un libro o una película, ni nada por el estilo. Se trata, nuevamente, de una reflexión. Y como tal, bueno, sé que no tiene el mismo atractivo, pero me parece un tema importante, dado que además llevo ya varias entradas comentando que me gustaría hacer una entrada dedicada al tema de la prisión, el aislamiento y la prevención, y creo que esta reflexión va un poco en esa línea.

Estoy seguro que, al igual que yo, has estado siguiendo la información que habla sobre el crimen que se ha cometido en Cuenca, un acto lamentable en el que han asesinado a dos mujeres jóvenes. Sea por interés propio o porque ha aparecido en todos los canales y en todos los periódicos (como en su momento ocurrió con el caso del pederasta de ciudad lineal, del cual hablé en esta entrada), lo que es casi seguro es que algo te sonará sobre el tema.



A modo de resumen, te planteo la situación: una chica va a casa de su reciente exnovio a recoger cosas que se había dejado (después de la ruptura), y le pide a una compañera que la acompañe. Una vez allí, y todavía no se sabe exactamente cómo, ambas fueron asesinadas (presuntamente por el exnovio), sus cuerpos fueron quemados y abandonados en el lecho de un río. La historia no acaba ahí: el presunto asesino (el exnovio de la chica asesinada) se dio a la fuga, y ha sido detenido hace 24 horas en Rumanía. Al parecer también ha salido la luz que compró la cal que utilizó para quemar los cuerpos con unos días de antelación, con lo cual se sospecha que el crimen, en caso de haberlo cometido él, pudo ser premeditado.


(Aquí dejo el enlace por si quieres más información: http://www.20minutos.es/minuteca/doble-crimen-en-cuenca/)


El caso es que, lejos de querer entrar a discutir si es culpable o no (que mi opinión tengo, por supuesto, pero no creo que ese sea el tema ahora mismo), y entendiendo la inmensa condena que se le está haciendo socialmente a este presunto asesino (sobre todo a través de redes sociales), lo que realmente me ha llamado la atención ha sido los tipos de comentarios que se hacen sobre este individuo. Aquí un ejemplo:

“Los criminales como el que o "los que han" llevado a cabo esta masacre no se merecen revisión de condena”


La criminología que estudiamos no sirve solo para pillar a los malos, o evitar que cometan delitos. Sirve, además, para que una vez que cometan un delito, reflexionemos sobre qué deberíamos hacer con ellos. Porque ni somos tan cerrados de mente como para disparar en la nuca a un criminal (ya se trate de un asesino, un violador, o un robagallinas), ni somos tan utópicos de pensar que basta con un par de reprimendas y un “no lo volveré a hacer”. Precisamente en el máster que hice en Sevilla nos metieron mucha caña con este tema, y se resumiría un poco del siguiente modo: todos, desde el rey hasta el siervo, el asesino o el superviviente, el bueno o el malo, debemos ser objeto de las mismas garantías jurídicas. Esto, que puede parecer una obviedad, se nos olvida cuando encontramos que un sujeto ha volado por los aires un coche, llevándose a 10 personas inocentes por delante, o en casos como este, en los cuales un individuo liquida a dos chicas, aparentemente sin un motivo más allá de la venganza.

Por supuesto, yo entiendo que esto es muy cómodo decirlo cuando no son mis hijas, mis hermanas, mis amigas, o en general, conocidos o familiares míos. Evidentemente estoy siendo muy frío con este tema, pero eso es porque precisamente creo que no tenemos que olvidar que estamos en un Estado de Derecho, en el cual todo individuo, por el mero hecho de serlo, tiene unas garantías jurídicas básicas. Sí, es cierto que da mucha rabia cuando encontramos a gente así, pero si empezamos a establecer excepciones, nos convertimos en jueces, jurados y verdugos. Si empezamos a encerrar a individuos de por vida por cometer asesinatos, estamos encerrando a dos tipos de individuos: aquellos que realmente no van a cambiar nunca y jamás se arrepentirán, o a aquellos que cometieron un error gravísimo y tienen la posibilidad de aprender y redimirse.

Y por supuesto, si hoy encerramos de por vida a los asesinos, ¿Quién nos dice que mañana no encerraremos de por vida a los ladrones? ¿Y si pasado son los alborotadores? ¿O los que se manifiestan contra algún gobierno?

Sé que se trata de un caso muy extremo tal y como lo he planteado. No creo que, de darse un recorte de derechos, tuviera que darse de ese modo (dudo que lo hiciera en realidad). Pero es un pequeño ejemplo que me sirve para tratar de que entiendas que el debate de las condenas, de la revisión y la longitud de las mismas, o incluso de la no revisión (por no hablar ya de la pena de muerte, que por suerte no está vigente actualmente en España) no es en absoluto un tema fácil. Y creo, la verdad, que mucha gente debería reflexionar de manera crítica sobre el tema. Porque sí, por supuesto que me parece deleznable que mueran una, dos o mil personas de una manera tan terrible. Pero eliminar los derechos de un individuo por ello, negarle absolutamente cualquier garantía, convertirlo en un enemigo por algo que puede haber sido un terrible y triste error (que no son todos los casos, la verdad sea dicha), me parece que nos acerca demasiado a justificar (salvando las distancias) ciertas actitudes que se llevaron a cabo en ciertos lugares de Europa, durante cierta guerra mundial, contra ciertos grupos sociales.

Y por supuesto, hay muchos argumentos con los que podrías refutarme: “bueno, pero se trata de criminales, han llevado a cabo acciones contra otros, pasando por encima de los derechos de los demás”, o el tan manido “pero es que las víctimas ya no van a volver aunque se arrepienta”. Sí, estoy de acuerdo. Pero cometiendo atrocidades como encerrar a un individuo de por vida, sin tener en cuenta si el mismo se arrepiente, se enorgullece, se responsabiliza o cree que es culpa de la propia víctima, nos convertimos a la larga en algo bastante peor que ellos.

Una prisión no puede ser tan solo una papelera social,
donde arrugamos y tiramos todo aquello que no queremos.



Hay una cosa que es innegable: somos humanos, no máquinas. Como tal, muchas veces nos dejamos llevar más por los sentimientos o las emociones que por la razón. Pero es cierto que además hay muchas personas que piensan en frío comentarios como el que he puesto más arriba. Y a la inversa, habrá quien piensa un poco más como yo. Lo único que realmente me parece importante es que tú, como criminólogo / futuro criminólogo / persona crítica, encuentres en esta entrada material suficiente para dedicar unos minutos a la reflexión. Si es así, me sentiré satisfecho.

Sé que esto es muy fácil escribir todo esto desde un ordenador, cuando el crimen no me afecta directamente a mí, y que quizá estaría mejor calladito, porque mucha gente puede entender que estoy defendiendo al individuo en cuestión. Pero bueno, es un tema sobre el que llevaba tiempo reflexionando, y creo que es en este tipo de situaciones cuando, lamentablemente, mejor encaja. 

Ojalá no hubiera nada sobre lo que reflexionar.

Un saludo, querido lector. 

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