Vivimos en una
era dominada por el desarrollo de la tecnología digital. Hoy en día, es muy común encontrar un ordenador en
cada casa, un teléfono con acceso a Internet, conexión wifi en lugares públicos
de las ciudades, etc. Estoy casi totalmente seguro de que tú, apreciado lector
de este blog, probablemente te encuentres conectado a la red si no el cien por
cien de tu tiempo, un porcentaje muy aproximado (y digo conectado, no navegando.
O tal vez sí. ¿Cómo si no se explica que hayas acabado aquí?). Esto, como parte
de la búsqueda de un nuevo modelo de sociedad interconectado, permite que nos
encontremos en todo momento a un solo click de la comunicación más inmediata.
Como es evidente, tanto las generaciones que han visto nacer esta nueva etapa
histórica como las nuevas generaciones de jóvenes que nacen dentro de la misma
(la generación del nuevo milenio) topan de golpe con posibilidades hasta hace
poco desconocidas e imposibles, en el sentido de la casi total ruptura de los
límites físicos para llevar a cabo la transmisión de información, comunicación
y, en general, todo método de compartir elementos de nuestras vidas los unos
con los otros. Esto, por supuesto, ha dado lugar a un número cuasi ilimitado de
beneficios en todos estos campos, que permiten que hoy en día, por ejemplo, yo
esté escribiendo esto desde un recóndito y extremadamente caluroso lugar de
España, mientras que tú, lector, puede que me estés leyendo incluso con una
chaqueta puesta. Sin embargo, como casi todo en este mundo, cuando un elemento
como puede ser Internet se encuentra tan presente en nuestras vidas, puede ser
utilizado también para perpetrar acciones bastante menos lícitas.
Y quizá te
estarás preguntando por qué te cuento todo esto. Bueno, pues como siempre, te
pongo en situación: esta mañana, como
casi todas las mañanas, mientras me preparaba el desayuno he entrado a mi
cuenta de Facebook para leer las actualizaciones de mis contactos, comprobar si
tenía notificaciones, etc. Cuál ha sido mi sorpresa al encontrarme con un video
que precisamente trata una temática que analicé durante el máster: el cybergrooming.
Antes de continuar, dejo aquí el enlace del vídeo para que puedas verlo por ti mismo.
Lo recomiendo encarecidamente, dado que se trata de un pequeño experimento que
va a justificar lo que voy a decir a continuación.
"Experimento social: el violador de Facebook"
Si el video desapareciese, tan solo tenéis que buscarlo en YouTube con el mismo título.
Curioso, ¿eh?
¿Qué es
exactamente el cybergrooming? Se trata de un formato de cibercriminalidad de
carácter sexual consistente en la ganancia de información, confianza o
contenido sobre una víctima (menor de edad) por parte de un adulto con fines
pedófilos, con el fin de llevar a cabo abusos sobre estos menores (Se
diferencia del cyberbullyng en que el acoso se da entre iguales, y que el mismo
tiene un carácter sexual). En el cybergrooming, por tanto, un individuo se hace
pasar por otro (o miente respecto a características de sí mismo) con el fin de
ganar la confianza de un menor, para posteriormente obtener información del
mismo, o incluso abusar de él.
Sin
intención de frivolizar sobre el tema, conozco a mucha gente que se ha hecho
pasar por otros individuos en chats, sobre todo con fines lúdicos. Estoy seguro
de que tú también conoces a gente que lo haya hecho. Evidentemente se trata de
gastar bromas más o menos pesadas, y todo suele saldarse con risas por parte de
uno y enfado por parte de otro. Sin embargo, aquello que puede ser tratado como
una broma, si lo alargamos y lo retorcemos, puede derivar en una situación
mucho más peligrosa. Sobre todo, si no conocemos cómo funcionan las redes
sociales. Y eso es lo que me lleva a la siguiente reflexión.
Nosotros
(la mayoría) hemos crecido viviendo el desarrollo de las redes sociales. Yo,
nacido a principios de los 90, comencé a utilizar redes sociales de modo
bastante tardío, con el famoso Messenger (más que nada porque poco había
previamente, y tampoco era tan habitual que hubiera Internet en las casas
antes). Sin embargo, conozco a un chaval (nacido en la segunda mitad de la
década del 2000) que sí que ha crecido rodeado de unas tecnologías ya
asentadas, con unas redes sociales ya establecidas, y con una facilidad extrema
de conectarse a las redes. Tanto es así, que con menos de 10 años de edad, el
otro día nos lo encontramos viendo vídeos de Youtube sobre juegos. Y cuando
indagué un poco más sobre el tema, resulta que juega a un conocido videojuego
online e incluso tiene amigos en el mismo. Claro, evidentemente eso llamó mi
atención, y le pregunté si conocía a esa persona del colegio. Respuesta: no, la
he conocido en el juego.
Imagínate
lo doblado que me dejó esa respuesta. Y ahora, vuelve a ver el vídeo, e
imagínate de nuevo lo doblado que me dejó esa respuesta.
Por
supuesto no quiero ser catastrofista. Yo creo sinceramente que el chaval que mi
pequeño amigo conoció en el juego no es más que otro jugador. Y aunque me
parece un poco precipitado que un chaval de menos de 10 años ya juegue a juegos
online y conozca gente a través de ellos, ni soy padre ni soy su padre, con lo
cual no entraré a debatir sobre ese tema.
Pero
algo que sí que me parece necesario poner de relevancia es que los tiempos han
cambiado. Y es por ello que nosotros debemos adaptarnos a los mismos. Vuelvo a
repetir: muchos de nosotros hemos crecido a la par que las redes sociales, y
quizá por ello sabemos algo más de cómo están las cosas. Pero hay gente que no
se encuentra en la misma situación, gente que se encuentra el mundo al alcance
de un click, y seamos realistas, nosotros no podemos impedirlo.
Una imagen vale más que mil palabras |
Sin
embargo, lo que sí que podemos hacer es tratar de educar a estas nuevas
generaciones “digitalizadas” en el buen uso de estas tecnologías. Al fin y al
cabo, si damos charlas sobre sexualidad cuando los chavales alcanzan una edad,
¿no deberíamos tratar de educar a los menores en el uso de unas herramientas
tan complejas como las nuevas tecnologías? Con todo el respeto que me merecen,
creo que esa pequeña ayuda por nuestra parte no les vendrá nada mal. El vídeo
que vemos más arriba solo es un experimento, y como tal no pasa de ser un toque
de atención a unos menores. Sin embargo, ¿qué les habría ocurrido a esos
menores si no se tratase de un experimento? ¿se trata tan solo de lo espabilado que pueda ser un menor,
o se trata de un problema de educación? El cybergrooming (igual que el
cyberstalking, o el cyberbullying, entre otros) es una realidad que puede
afectar a menores por no tener las herramientas necesarias para ser capaces de discernir
situaciones o evaluar la peligrosidad de las mismas. Así que por favor:
eduquemos a las nuevas generaciones en el uso de Internet. No se trata de
prohibir, ni de ocultar. Se trata de enseñar a controlar, a evaluar y, en
definitiva, a pensar.
P.D: aprovecho para dejar por aquí un enlace al blog "reflexiones criminológicas" (aunque también podéis encontrarlo en el lateral de la web del Diario. Se trata de un artículo sobre menores y redes sociales, que creo que encaja perfectamente con el tema que he tratado hoy. Lo escribe Nuria, experta en cibercrimen, por lo que, como puedes imaginar,controla mucho más esta temática que yo. Además su blog tiene entradas muy interesantes, así que dos pájaros de un tiro.
http://reflexionescriminologicas.blogspot.com.es/2014/09/menores-y-nuevas-tecnologias-que.html
Un saludo, querido lector.
Un saludo, querido lector.
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