jueves, 27 de agosto de 2015

¿Qué puedes hacer tú por la psicología?


Todavía hoy en día es demasiado habitual encontrarse con gente que no entiende (o no quiere entender) cuál es la función de un psicólogo. Por entender, en realidad mucha gente ni siquiera comprende qué es un psicólogo realmente, mirándonos con una mezcla de respeto (se dice que tenemos poderes psíquicos), curiosidad e incredulidad. Otros hay que conocen de oídas lo que hacemos, que somos terapeutas, hablamos de fases anales y utilizamos divanes, pero poco más allá. Hay incluso un nivel superior en la escala de conocimiento, y son aquellos que, conociendo lo que hacemos los psicólogos, le restan importancia o lo convierten en trivialidades ensombrecidas por lo que sí realizan otras grandes profesiones. Estos merecerán en su momento una entrada aparte.

Pero hay algo todavía peor, un nivel de ignorancia todavía más preocupante, que en realidad es en muchas ocasiones el menos abordado, como si de un tema tabú se tratase, y que representa a su vez el más preocupante de todos: los psicólogos que no saben qué hace un psicólogo.

Que levante la mano quien cree que un psicólogo es exactamente así.



Los psicólogos nos enfrentamos a un mundo totalmente adverso hacia las cosas que no conoce, y nuestra profesión es, tristemente, poco conocida. Además, lo poco que se conoce suele ser bastante escaso y bastante malo. Y sinceramente, creo que los propios psicólogos tenemos mucho que ver con esa situación. ¿Por qué? Bueno, he tenido ocasión de conocer a muchos psicólogos, tanto dentro como una vez concluida la carrera. No hablo de psicólogos generalistas (algo que quizá somos todos recién terminados la carrera), sino a psicólogos de recursos humanos, sanitarios, dedicados a la criminología, metodólogos, neuropsicólogos, etólogos, etc. Bien. Todo esto que he nombrado requiere una preparación, un entrenamiento previo. ¿Si padecieses una depresión, te pondrías en manos de cualquiera? ¿Si el clima laboral de tu empresa no es bueno, recurrirías al primero que dice ser psicólogo? ¿Y si diriges una organización que trata con menores en riesgo de exclusión social?

La cuestión, en realidad, se trata precisamente de que en muchas ocasiones, veo a demasiados psicólogos que no parecen entender qué están haciendo, qué están preparados para hacer. Por poner un ejemplo, conozco el caso de una clínica de psicología que oferta multitud de servicios, como si de un mercado de tratamientos se tratase. Pero entre todos los servicios que ofertaba (que créeme, eran muchos más que muchísimos) hubo uno que me llamó especialmente la atención.

Tratamiento de problemas con psicopatías.


¿Cómo se trata una psicopatía?

No, en serio. Yo tengo dos máster, he leído muchísimo sobre el tema, me he formado a través de cursos, y todavía sería incapaz de plantearme que una psicopatía pueda ser tratable. De hecho, la psicopatía, según los expertos (Vicente Garrido tendría mucho que decir aquí) ni siquiera es considerada un trastorno “reversible” de la personalidad, sino más bien un rasgo o faceta propia de la personalidad, con lo cual no tendría ningún sentido intentar tratarla. Y por si fuera poco, la gente de la clínica no tenía ninguna formación en criminología, o en tratamientos especializados. Es como si a un ingeniero recién licenciado le dijésemos “bueno, aquí tienes tu despacho. Ahora, a diseñar reactores”.

¿Cómo podemos esperar que se nos respete si tratamos de pasar por profesionales todoterreno que todo lo saben y todo lo arreglan?

Luego hay, por supuesto, otros temas que desembocan en una actitud desconfiada hacia nuestra disciplina, como la insidiosa pregunta de si la psicología es o no es una ciencia. Vamos a acudir a la RAE a ver qué nos dice ella sobre qué es una ciencia:

“Conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales”.

Aquí lo tenemos: ni más ni menos. ¿Está englobada la psicología ahí? Depende. Efectivamente, los conocimientos de la misma se obtienen en base al método científico, por lo cual podríamos entenderla como una ciencia (humana o social, que no exacta). Sin embargo, ¿Están realmente contrastadas todas las terapias psicológicas? La respuesta sería un “bueeeeno…”. Y ahí está el gran debate. Hay demasiadas terapias poco contrastadas que, sin embargo, resultan muy famosas entre la población. Sin ir más lejos, la teatroterapia o la musicoterapia no están totalmente verificadas como terapias realmente funcionales. Por supuesto, siempre puede saltarme algún partidario de estos métodos y decirme que conoce a alguien a quien le funcionó. Mi respuesta: hasta un reloj sin cuerda acierta con la hora dos veces al día. Yo no digo que puedan ser terapias útiles o no, eso lo desconozco, pero lo que sí que puedo decir es que no están contrastadas. Si utilizamos técnicas no contrastadas, no podemos dejar que se nos llene la boca defendiendo la psicología como una ciencia, porque NOSOTROS la estaremos convirtiendo en una pseudociencia.

Pero eh, luego nos chivaremos a la profe cuando nos llamen chamanes.

Aquí un psicólogo practicando la telepatía antes de una clase de
defensa contra las artes oscuras.


Esto, querido lector, son algunos ejemplos de cómo precisamente los psicólogos son, en muchos casos, los que realmente lastran el reconocimiento que la psicología necesita.

Cuando entramos a la carrera, siempre aparece el típico profesor que nos recuerda “algunos estáis aquí porque queréis entenderos, porque os preguntáis qué puede hacer la psicología por vosotros”. Por supuesto, un gran número de personas piensan mentalmente “vaya, me ha calado”, porque realmente esta es una de las motivaciones más comunes por las cuales uno entra a la carrera, y probablemente es de las más absurdas. Pero pensando precisamente en eso, yo desde aquí me quiero permitir cambiar el enfoque de la pregunta. Dejemos de preguntarnos qué puede hacer la psicología por nosotros. ¿Qué podemos hacer nosotros por la psicología? ¿Qué puedes hacer tú por la psicología?

Aquí va mi propuesta sobre lo que creo que todos podemos hacer para mejorar el tratamiento de la psicología. Creo que si realmente nos asegurásemos de cumplirlos todos, realmente estaríamos en condiciones de exigir respeto. Al menos, yo creo que el respeto uno debe ganárselo en base a sus actuaciones, y no exigirlo como si de un derecho inalterable se tratase.

  • Lee mucho. Y no solo las últimas investigaciones, sino también libros de texto, novelas, monográficos o, sencillamente, noticias sobre la psicología. La lectura nos permite conocer otras historias, otras realidades distintas a la nuestra, y esto es, querido amigo, esencial en el día a día de un psicólogo.

  • Sigue formándote. Uno nunca debería dejar de estudiar y aprender a lo largo de su vida. Trata de estar al día sobre la utilidad de las nuevas y las viejas terapias, así como de otros avances que se den en tu campo. Cuando no sepas como aplicar la psicología a un campo concreto, no te lances sin pensarlo: muchas veces están en juego demasiadas cosas. Trata al menos de tener las nociones básicas para asegurarte de no meter la pata. O al menos, de no intentar tratar una psicopatía. Lo cual, por cierto, me lleva a mi siguiente punto…

  • No sabes nada, Jon Nieve. Todavía recuerdo cuando un profesor de la facultad nos contó la anécdota de “aquella vez que intentó explicarle a una mujer como criar a su niño”. Esta, sonriente tras escuchar a mi profesor, sonrió y le preguntó: “¿No tiene usted hijos, verdad?”. Y efectivamente, no los tenía. Desde ese día, ese profesor se aseguró de escuchar y aprender más de todos aquellos temas que no conocía, y de no pensar que por ser psicólogo sabía más que nadie o daba los mejores consejos. Tenlo en cuenta: no podemos pedir que alguien escuche lo que decimos sin antes escucharle a él. Cuando creas saber algo, siempre habrá alguien que te sorprenda.

  • Investiga. Creo que esto debería ser básico para todas las carreras, pero para la psicología más si cabe. Antes de entrar a debatir si es una ciencia o no, tienes que saber qué implica estudiar una ciencia. Tienes que saber estadística, metodología, plantear y comprobar hipótesis y, en general, una miríada de cosas que solo aprenderás cuando trates de realizar una investigación. Creo que esto nos permitirá hablar de la psicología como ciencia con conocimiento de causa. Y por supuesto., no creas que por ser una ciencia, la psicología es infalible. El método científico es, como su nombre indica, una metodología, un sistema de comprobación de hipótesis que no asegura ningún resultado. Pero al no tratarse de una ciencia exacta, siempre hay margen de error. De ti depende tratar de corregir ese error y mejorar el corpus de conocimiento de la psicología, o hacer como que no existe.

  • Ten sentido del humor. Nuevamente creo que esto es algo que cualquier profesional debería de tener. Esto no implica que tengas que reírte en la cara de un paciente, pero creo que las críticas pueden aceptarse correspondiéndolas con buen humor. Si un compañero físico o biólogo se ríe de la psicología por “no ser una ciencia”, te llama “estudiante de letras”, o te encuentras a alguna persona que te asegura que “no cree” en la psicología, no entres en cólera (salvo con los matemáticos. Esos se lo merecen todo). Respira hondo. Busca algún comentario ingenioso. Trata de recordar cómo se escriben nombres tan graciosos como Freud o Wundt. Las pataletas que he visto tener a algunos compañeros no ayudan a que se nos vea como auténticos profesionales. Además, aproximadamente el 50% de la población sufre o sufrirá algún trastorno mental a lo largo de su vida. Ya llegará el momento de recordarles nuestros honorarios mientras se recuestan en un diván.

  • Las creencias no deben chocar con lo científico. Esto personalmente me ha costado aprenderlo mucho, pero creo que es algo tremendamente importante. Pongo un ejemplo para ilustrarlo: si una persona cree en Dios y se refugia en su creencia hacia él para hacer frente a una pérdida o enfermedad, esto no es malo, pese a que no sea científico. Arrebatar las creencias a las personas solo es lícito cuando esas creencias las están destruyendo a ellas o a la gente de su alrededor. Por tanto, no olvides que si bien las terapias, tu formación y tu orientación deben ser científicas en todo momento, lo que para unos es inútil puede ser realmente un clavo al que aferrarse para otros. Piénsalo mucho antes de dejarles sin él.

  • Defiende tu profesión, pero respeta las demás. No hay mucho que decir sobre esta. Defender no implica atacar a otro. No se trata de conseguir posicionar nuestra disciplina a base de empujar a las demás y colocarnos sobre ellas. Tampoco se trata, como muchos creen, de solucionar un problema con palabras en lugar de con pastillas (si eres psicólogo, sabrás a qué me refiero). Todo tiene su lugar. Sobre todo, a la hora de ayudar a las personas.

  • El código deontológico está ahí para cumplirlo. Tampoco hay mucho que decir sobre esta, aunque sí que quiero transmitirte un consejo: si no estás seguro de si lo que estás haciendo es lícito, moral o legal, una llamada al Colegio Oficial de Psicólogos a tiempo puede ser de gran ayuda.  

  • Por último, disfruta con lo que haces. De nada sirve todo lo que te he dicho si realmente no sientes pasión por tu carrera, por tu disciplina y por el campo de conocimientos que forman la psicología. No tenemos nada que envidiar a los ingenieros, pues nuestro es el cometido de entender la máquina más perfecta y compleja que existe en la naturaleza: la mente humana. Si todos los días de tu vida te levantas pensando “vaya, otro día más al despacho” (o donde sea que trabajes), ¿Cómo vas a conseguir motivar a otros individuos? Tú eres el primero que debe sentirse feliz con lo que está haciendo. Los consejos que le darías a un paciente/cliente, no dudes en aplicártelos a ti mismo. Y quizá en ese momento en el que realmente creas en lo que estás haciendo, y lo respetes y aprecies a partes iguales, seas capaz de defender ante cualquier persona la importancia que la psicología tiene, en qué consiste y cómo puede ayudar a otros.


Y mientras tanto, sigue preguntándote: ¿Qué puedes hacer tú por la psicología? 






P.D: acabo de inaugurar en Facebook la página de “El Diario de Watson”, en la cual colgaré los enlaces a todas las nuevas entradas que siga publicando. Además, en esa misma página colgaré muchos contenidos que, por su longitud o temática, posiblemente no cuelgue aquí (no voy a escribir una nueva entrada cada vez que quiera compartir algún enlace suelto, un curso, o una noticia, salvo que realmente tenga algo que decir sobre ellos). Procuraré, por tanto, que blog y página de Facebook sean complementarios. Quedas invitado, si quieres echarle un vistazo.



P.D.2: notarás que, en el lateral de la página (aunque en pequeño) aparece un link llamado “Calendario de eventos criminológicos”. Se trata de un calendario online compartido por el SIEC (Sociedad Interuniversitaria de Estudiantes de Criminología), en el cual aparecen algunos eventos relacionados con la criminología y la psicología criminal (cursos, ponencias, jornadas, etc.). Échale un vistazo, que creo que merece la pena. Por cierto, existe la opción de que, si encuentras un curso que no aparece ahí, se lo mandes a los chicos del SIEC para que lo añadan al calendario. Así que… ¡echemos una mano, que no cuesta nada!

viernes, 14 de agosto de 2015

El crimen de Cuenca: una reflexión sobre el encierro indefinido.

La verdad es que no tenía pensado escribir nada hoy. Tampoco quiero perder la costumbre de no tener costumbres. Sin embargo, ha sucedido uno de esos eventos que me encienden la “chispa”, las ganas de escribir o hablar de algo, y bueno, aquí estoy. En realidad, esta vez no vengo a hablar de nada que no conozcas, a recomendar un libro o una película, ni nada por el estilo. Se trata, nuevamente, de una reflexión. Y como tal, bueno, sé que no tiene el mismo atractivo, pero me parece un tema importante, dado que además llevo ya varias entradas comentando que me gustaría hacer una entrada dedicada al tema de la prisión, el aislamiento y la prevención, y creo que esta reflexión va un poco en esa línea.

Estoy seguro que, al igual que yo, has estado siguiendo la información que habla sobre el crimen que se ha cometido en Cuenca, un acto lamentable en el que han asesinado a dos mujeres jóvenes. Sea por interés propio o porque ha aparecido en todos los canales y en todos los periódicos (como en su momento ocurrió con el caso del pederasta de ciudad lineal, del cual hablé en esta entrada), lo que es casi seguro es que algo te sonará sobre el tema.



A modo de resumen, te planteo la situación: una chica va a casa de su reciente exnovio a recoger cosas que se había dejado (después de la ruptura), y le pide a una compañera que la acompañe. Una vez allí, y todavía no se sabe exactamente cómo, ambas fueron asesinadas (presuntamente por el exnovio), sus cuerpos fueron quemados y abandonados en el lecho de un río. La historia no acaba ahí: el presunto asesino (el exnovio de la chica asesinada) se dio a la fuga, y ha sido detenido hace 24 horas en Rumanía. Al parecer también ha salido la luz que compró la cal que utilizó para quemar los cuerpos con unos días de antelación, con lo cual se sospecha que el crimen, en caso de haberlo cometido él, pudo ser premeditado.


(Aquí dejo el enlace por si quieres más información: http://www.20minutos.es/minuteca/doble-crimen-en-cuenca/)


El caso es que, lejos de querer entrar a discutir si es culpable o no (que mi opinión tengo, por supuesto, pero no creo que ese sea el tema ahora mismo), y entendiendo la inmensa condena que se le está haciendo socialmente a este presunto asesino (sobre todo a través de redes sociales), lo que realmente me ha llamado la atención ha sido los tipos de comentarios que se hacen sobre este individuo. Aquí un ejemplo:

“Los criminales como el que o "los que han" llevado a cabo esta masacre no se merecen revisión de condena”


La criminología que estudiamos no sirve solo para pillar a los malos, o evitar que cometan delitos. Sirve, además, para que una vez que cometan un delito, reflexionemos sobre qué deberíamos hacer con ellos. Porque ni somos tan cerrados de mente como para disparar en la nuca a un criminal (ya se trate de un asesino, un violador, o un robagallinas), ni somos tan utópicos de pensar que basta con un par de reprimendas y un “no lo volveré a hacer”. Precisamente en el máster que hice en Sevilla nos metieron mucha caña con este tema, y se resumiría un poco del siguiente modo: todos, desde el rey hasta el siervo, el asesino o el superviviente, el bueno o el malo, debemos ser objeto de las mismas garantías jurídicas. Esto, que puede parecer una obviedad, se nos olvida cuando encontramos que un sujeto ha volado por los aires un coche, llevándose a 10 personas inocentes por delante, o en casos como este, en los cuales un individuo liquida a dos chicas, aparentemente sin un motivo más allá de la venganza.

Por supuesto, yo entiendo que esto es muy cómodo decirlo cuando no son mis hijas, mis hermanas, mis amigas, o en general, conocidos o familiares míos. Evidentemente estoy siendo muy frío con este tema, pero eso es porque precisamente creo que no tenemos que olvidar que estamos en un Estado de Derecho, en el cual todo individuo, por el mero hecho de serlo, tiene unas garantías jurídicas básicas. Sí, es cierto que da mucha rabia cuando encontramos a gente así, pero si empezamos a establecer excepciones, nos convertimos en jueces, jurados y verdugos. Si empezamos a encerrar a individuos de por vida por cometer asesinatos, estamos encerrando a dos tipos de individuos: aquellos que realmente no van a cambiar nunca y jamás se arrepentirán, o a aquellos que cometieron un error gravísimo y tienen la posibilidad de aprender y redimirse.

Y por supuesto, si hoy encerramos de por vida a los asesinos, ¿Quién nos dice que mañana no encerraremos de por vida a los ladrones? ¿Y si pasado son los alborotadores? ¿O los que se manifiestan contra algún gobierno?

Sé que se trata de un caso muy extremo tal y como lo he planteado. No creo que, de darse un recorte de derechos, tuviera que darse de ese modo (dudo que lo hiciera en realidad). Pero es un pequeño ejemplo que me sirve para tratar de que entiendas que el debate de las condenas, de la revisión y la longitud de las mismas, o incluso de la no revisión (por no hablar ya de la pena de muerte, que por suerte no está vigente actualmente en España) no es en absoluto un tema fácil. Y creo, la verdad, que mucha gente debería reflexionar de manera crítica sobre el tema. Porque sí, por supuesto que me parece deleznable que mueran una, dos o mil personas de una manera tan terrible. Pero eliminar los derechos de un individuo por ello, negarle absolutamente cualquier garantía, convertirlo en un enemigo por algo que puede haber sido un terrible y triste error (que no son todos los casos, la verdad sea dicha), me parece que nos acerca demasiado a justificar (salvando las distancias) ciertas actitudes que se llevaron a cabo en ciertos lugares de Europa, durante cierta guerra mundial, contra ciertos grupos sociales.

Y por supuesto, hay muchos argumentos con los que podrías refutarme: “bueno, pero se trata de criminales, han llevado a cabo acciones contra otros, pasando por encima de los derechos de los demás”, o el tan manido “pero es que las víctimas ya no van a volver aunque se arrepienta”. Sí, estoy de acuerdo. Pero cometiendo atrocidades como encerrar a un individuo de por vida, sin tener en cuenta si el mismo se arrepiente, se enorgullece, se responsabiliza o cree que es culpa de la propia víctima, nos convertimos a la larga en algo bastante peor que ellos.

Una prisión no puede ser tan solo una papelera social,
donde arrugamos y tiramos todo aquello que no queremos.



Hay una cosa que es innegable: somos humanos, no máquinas. Como tal, muchas veces nos dejamos llevar más por los sentimientos o las emociones que por la razón. Pero es cierto que además hay muchas personas que piensan en frío comentarios como el que he puesto más arriba. Y a la inversa, habrá quien piensa un poco más como yo. Lo único que realmente me parece importante es que tú, como criminólogo / futuro criminólogo / persona crítica, encuentres en esta entrada material suficiente para dedicar unos minutos a la reflexión. Si es así, me sentiré satisfecho.

Sé que esto es muy fácil escribir todo esto desde un ordenador, cuando el crimen no me afecta directamente a mí, y que quizá estaría mejor calladito, porque mucha gente puede entender que estoy defendiendo al individuo en cuestión. Pero bueno, es un tema sobre el que llevaba tiempo reflexionando, y creo que es en este tipo de situaciones cuando, lamentablemente, mejor encaja. 

Ojalá no hubiera nada sobre lo que reflexionar.

Un saludo, querido lector. 

jueves, 13 de agosto de 2015

Cybergrooming: depredadores en la red.

Vivimos en una era dominada por el desarrollo de la tecnología digital. Hoy en día, es muy común encontrar un ordenador en cada casa, un teléfono con acceso a Internet, conexión wifi en lugares públicos de las ciudades, etc. Estoy casi totalmente seguro de que tú, apreciado lector de este blog, probablemente te encuentres conectado a la red si no el cien por cien de tu tiempo, un porcentaje muy aproximado (y digo conectado, no navegando. O tal vez sí. ¿Cómo si no se explica que hayas acabado aquí?). Esto, como parte de la búsqueda de un nuevo modelo de sociedad interconectado, permite que nos encontremos en todo momento a un solo click de la comunicación más inmediata. Como es evidente, tanto las generaciones que han visto nacer esta nueva etapa histórica como las nuevas generaciones de jóvenes que nacen dentro de la misma (la generación del nuevo milenio) topan de golpe con posibilidades hasta hace poco desconocidas e imposibles, en el sentido de la casi total ruptura de los límites físicos para llevar a cabo la transmisión de información, comunicación y, en general, todo método de compartir elementos de nuestras vidas los unos con los otros. Esto, por supuesto, ha dado lugar a un número cuasi ilimitado de beneficios en todos estos campos, que permiten que hoy en día, por ejemplo, yo esté escribiendo esto desde un recóndito y extremadamente caluroso lugar de España, mientras que tú, lector, puede que me estés leyendo incluso con una chaqueta puesta. Sin embargo, como casi todo en este mundo, cuando un elemento como puede ser Internet se encuentra tan presente en nuestras vidas, puede ser utilizado también para perpetrar acciones bastante menos lícitas.


Y quizá te estarás preguntando por qué te cuento todo esto. Bueno, pues como siempre, te pongo en situación: esta mañana,  como casi todas las mañanas, mientras me preparaba el desayuno he entrado a mi cuenta de Facebook para leer las actualizaciones de mis contactos, comprobar si tenía notificaciones, etc. Cuál ha sido mi sorpresa al encontrarme con un video que precisamente trata una temática que analicé durante el máster: el cybergrooming. Antes de continuar, dejo aquí el enlace del vídeo para que puedas verlo por ti mismo. Lo recomiendo encarecidamente, dado que se trata de un pequeño experimento que va a justificar lo que voy a decir a continuación.

"Experimento social: el violador de Facebook"


Si el video desapareciese, tan solo tenéis que buscarlo en YouTube con el mismo título. 



Curioso, ¿eh?

¿Qué es exactamente el cybergrooming? Se trata de un formato de cibercriminalidad de carácter sexual consistente en la ganancia de información, confianza o contenido sobre una víctima (menor de edad) por parte de un adulto con fines pedófilos, con el fin de llevar a cabo abusos sobre estos menores (Se diferencia del cyberbullyng en que el acoso se da entre iguales, y que el mismo tiene un carácter sexual). En el cybergrooming, por tanto, un individuo se hace pasar por otro (o miente respecto a características de sí mismo) con el fin de ganar la confianza de un menor, para posteriormente obtener información del mismo, o incluso abusar de él.

Sin intención de frivolizar sobre el tema, conozco a mucha gente que se ha hecho pasar por otros individuos en chats, sobre todo con fines lúdicos. Estoy seguro de que tú también conoces a gente que lo haya hecho. Evidentemente se trata de gastar bromas más o menos pesadas, y todo suele saldarse con risas por parte de uno y enfado por parte de otro. Sin embargo, aquello que puede ser tratado como una broma, si lo alargamos y lo retorcemos, puede derivar en una situación mucho más peligrosa. Sobre todo, si no conocemos cómo funcionan las redes sociales. Y eso es lo que me lleva a la siguiente reflexión.

Nosotros (la mayoría) hemos crecido viviendo el desarrollo de las redes sociales. Yo, nacido a principios de los 90, comencé a utilizar redes sociales de modo bastante tardío, con el famoso Messenger (más que nada porque poco había previamente, y tampoco era tan habitual que hubiera Internet en las casas antes). Sin embargo, conozco a un chaval (nacido en la segunda mitad de la década del 2000) que sí que ha crecido rodeado de unas tecnologías ya asentadas, con unas redes sociales ya establecidas, y con una facilidad extrema de conectarse a las redes. Tanto es así, que con menos de 10 años de edad, el otro día nos lo encontramos viendo vídeos de Youtube sobre juegos. Y cuando indagué un poco más sobre el tema, resulta que juega a un conocido videojuego online e incluso tiene amigos en el mismo. Claro, evidentemente eso llamó mi atención, y le pregunté si conocía a esa persona del colegio. Respuesta: no, la he conocido en el juego.

Imagínate lo doblado que me dejó esa respuesta. Y ahora, vuelve a ver el vídeo, e imagínate de nuevo lo doblado que me dejó esa respuesta.

Por supuesto no quiero ser catastrofista. Yo creo sinceramente que el chaval que mi pequeño amigo conoció en el juego no es más que otro jugador. Y aunque me parece un poco precipitado que un chaval de menos de 10 años ya juegue a juegos online y conozca gente a través de ellos, ni soy padre ni soy su padre, con lo cual no entraré a debatir sobre ese tema.

Pero algo que sí que me parece necesario poner de relevancia es que los tiempos han cambiado. Y es por ello que nosotros debemos adaptarnos a los mismos. Vuelvo a repetir: muchos de nosotros hemos crecido a la par que las redes sociales, y quizá por ello sabemos algo más de cómo están las cosas. Pero hay gente que no se encuentra en la misma situación, gente que se encuentra el mundo al alcance de un click, y seamos realistas, nosotros no podemos impedirlo.

Una imagen vale más que mil palabras



Sin embargo, lo que sí que podemos hacer es tratar de educar a estas nuevas generaciones “digitalizadas” en el buen uso de estas tecnologías. Al fin y al cabo, si damos charlas sobre sexualidad cuando los chavales alcanzan una edad, ¿no deberíamos tratar de educar a los menores en el uso de unas herramientas tan complejas como las nuevas tecnologías? Con todo el respeto que me merecen, creo que esa pequeña ayuda por nuestra parte no les vendrá nada mal. El vídeo que vemos más arriba solo es un experimento, y como tal no pasa de ser un toque de atención a unos menores. Sin embargo, ¿qué les habría ocurrido a esos menores si no se tratase de un experimento? ¿se trata tan  solo de lo espabilado que pueda ser un menor, o se trata de un problema de educación? El cybergrooming (igual que el cyberstalking, o el cyberbullying, entre otros) es una realidad que puede afectar a menores por no tener las herramientas necesarias para ser capaces de discernir situaciones o evaluar la peligrosidad de las mismas. Así que por favor: eduquemos a las nuevas generaciones en el uso de Internet. No se trata de prohibir, ni de ocultar. Se trata de enseñar a controlar, a evaluar y, en definitiva, a pensar. 




P.D: aprovecho para dejar por aquí un enlace al blog "reflexiones criminológicas" (aunque también podéis encontrarlo en el lateral de la web del Diario. Se trata de un artículo sobre menores y redes sociales, que creo que encaja perfectamente con el tema que he tratado hoy. Lo escribe Nuria, experta en cibercrimen, por lo que, como puedes imaginar,controla mucho más esta temática que yo. Además su blog tiene entradas muy interesantes, así que dos pájaros de un tiro. 

sábado, 1 de agosto de 2015

El miedo al crimen como instrumento de manipulación.

Hace menos de un mes que expuse frente al tribunal de la universidad Pablo de Olavide mi trabajo de fin de máster, titulado: “C2MD: desarrollo y aplicación de un cuestionario de medición de miedo al delito en la ciudad de Sevilla”. Sí, lo siento, quizá el título es tan pedante como yo introduciendo un post hablando de mí mismo. Sin embargo, y dado que la temática del miedo al delito me parece muy interesante, llevaba tiempo dándole vueltas a hacer una entrada sobre ella, y finalmente no fue en la exposición, sino en mi solitario viaje en coche a Sevilla donde me asaltó la idea.

Te pongo en situación: como ya podrás imaginar, yo estaba algo nervioso por el tema de la exposición. Si bien luego la disfrutaría mucho, en ese momento estaba dándole vueltas a los datos que tenía que plantear frente al tribunal al día siguiente. Después de un rato pensando en la presentación, finalmente decidí distraerme un poco poniendo un par de podcast que me había descargado de Milenio 3 (programa que, pese a haber terminado hará cosa de un mes, siempre recomendaré: no seas necio, no todo tiene que ver con OVNIs, hay programas realmente interesantes y totalmente veraces y “científicos”, como el que me inspiró a escribir sobre la historia real del hombre del saco en España).

El caso es que el programa en cuestión se llamaba “nos programan así”. En él, Santiago Camacho contaba cómo desde la Segunda Guerra Mundial, se habían refinado los programas de publicidad y manipulación de masas (la llamada ingeniería social), haciendo que los mismos no se limitasen a exponer hechos objetivos, sino que “atacaran” a los valores y creencias de los individuos, a través de la aplicación de la psicología a estas disciplinas. Un ejemplo práctico sería el siguiente:

  • Ejemplo previo a la introducción de elementos psicológicos: “compra nuestros coches, son los más rápidos y los más seguros” Se presenta el coche en pantalla, y poco más.

  • Ejemplo posterior a la introducción de elementos psicológicos: “solo los verdaderos hombres son capaces de domar nuestros coches… ¿Y tú, serías capaz?”, mientras un actor famoso, acompañado de una señorita de buen ver cuyo comportamiento no verbal deja entrever que se siente sexualmente atraída por el actor famoso conducen el coche.


Curioso, ¿eh? En realidad como ves no es nada del otro mundo, pero es una aplicación muy inteligente de la psicología (sin entrar a debatir sobre lo ético de esas prácticas). Si tienes interés en ver más ejemplos, dejo un enlace al final de este post para que puedas escuchar el programa de Milenio 3, sinceramente creo que no tiene desperdicio.

Puede parecer una tontería, pero he visto estudios que precisamente hablan de que cada color transmite algo. Esto es aplicado actualmente en el marketing y la publicidad. 


El caso es que la utilización de la “ingeniería social” (así se llama esta disciplina) me dejó pensativo, mientras repasaba nuevamente mi trabajo de fin de máster. Al fin y al cabo, el miedo se trataba de otra variable psicológica con la que se podía influir a la población. De hecho, y sin ir más lejos, en un apartado llamado “la importancia del miedo al delito” de mi investigación apuntaba que este miedo era capaz de provocar consecuencias de magnitud mayor que los propios delitos que las provocaban. Vamos de nuevo con ejemplos:

  • El tratamiento por parte de los medios de comunicación sobre los asesinatos llevados a cabo por Jack el Destripador creó una sensación de miedo que llevó al propio cuestionamiento sobre la capacidad de la policía para proteger a los ciudadanos en Londres (es decir, una sociedad entera se queja de la actuación de la policía por el miedo a los delitos cometidos por Jack el Destripador).

  • La huida de las clases más pudientes del centro de Chicago para establecerse en los suburbios, huyendo de las altas tasas de criminalidad (o lo que es lo mismo, un éxodo masivo de clases pudientes por el miedo a ser víctima de un crimen en el centro de la ciudad).

  • En la actualidad, las estadísticas arrojan que se teme más ser víctima de un delito mundano que a un ciberdelito. Sin embargo, las mismas estadísticas demuestran que es mucho más probable sufrir un ciberdelito. Aquí por tanto entra en juego el miedo derivado de la experiencia y de la magnificación de los delitos “de contacto”.

  • Como último ejemplo, el crimen del rol (que ya tratamos en esta entrada) provocó durante muchísimos años (y todavía algunas personas siguen creyendo lo mismo) que los juegos de rol provocaran conductas criminales en las personas que los jugaban. Las investigaciones, por supuesto, demostraron lo contrario, pero ahí está el poder del miedo.


Disculpa que me esté centrando tanto en poner ejemplos, pero el hacer hincapié en ellos es porque quiero que seas capaz de ver que las consecuencias de un crimen no se acaban en el mismo, sino que son capaces de trascender y provocar, como provocaría la ingeniería social, cambios de conducta en base a introducir elementos que afectan a nuestro procesamiento psicológico de las situaciones.

Y esto hace que llegue al núcleo de mi reflexión. Precisamente, el otro día estaba escuchando otro podcast, este mucho más antiguo y que no he logrado encontrar (aunque también es de Milenio 3) que hablaba sobre las incongruencias que existían en cuanto a todo lo sucedido durante el atentado del 11 de Septiembre de 2001 (el atentado de las Torres Gemelas en Nueva York). Se hablaba de que la demolición podía haber sido controlada, de que realmente la estructura de los edificios era a prueba de impactos tales como los que sufrió, etc. Seguro que alguna vez te has cruzado con algún programa sobre el tema, así que tampoco me extenderé. De todos modos quiero dejarte bien claro que ni le doy ni le quito credibilidad a la versión oficial, tan solo me limito a reflexionar sobre el tema.

Y precisamente esa reflexión me llevó a pensar en lo siguiente: en todos los ejemplos que yo utilizaba (y he utilizado más arriba) sobre el miedo al delito, estos han sido derivados de hechos provocados precisamente por criminales (individuos abiertamente conocidos, en los cuales no hay ningún atisbo de duda). Sin embargo, ¿Y si un gobierno (o un grupo afín a los intereses de un país, entiéndase) decidiese poner en marcha un crimen tan atroz como podía ser el crimen del 11-S, provocando una catástrofe que el mundo no olvidaría nunca, y que derivaría posteriormente en un miedo y una ira que fueran capaces de producir que todo un pueblo apoyase una decisión tan dura como entrar en una guerra?

Lo sé, en este momento me estarás llamando de conspiranoico para arriba. En realidad puede que tengas toda la razón, no te lo niego. Sin embargo, el otro día leyendo un libro que he adquirido sobre la segunda guerra mundial, vi como los alemanes se “auto-provocaban” ataques en las fronteras (creo que en Polonia fue un ejemplo, o tal vez en Austria, no lo recuerdo bien) para justificar sus invasiones a los países vecinos. Y tras leer eso, llevar varios días dándole vueltas a la temática de la ingeniería social, haber trabajado con el miedo que pueden producir los crímenes, e incluso haber sido testigo de cómo una masacre como la de Charlie Hebdo provocó que los principales partidos de gobierno legislaran para sacar adelante una ley sobre la prisión perpetua revisable (de la cual tengo muchas ganas de hablar) aprovechando precisamente la rabia y el miedo coyunturales de la gente, no me parecía tan absurdo plantearme hasta qué punto un grupo de individuos, más o menos conocidos, pueden ser capaces de utilizar el miedo como un instrumento de manipulación.






Tres cosas antes de cerrar por hoy.

En primer lugar, muchas gracias a todos los visitantes que han pasado por aquí, y que han hecho que las dos últimas entradas duplicasen en visitas al resto. Por supuesto, también creo que tendrá que ver con que son contenidos algo más “útiles” o curiosos que otros. Si bien sigue gustándome postear curiosidades o reflexiones como la de hoy, trataré de subir más entradas sobre libros, películas, etc., que atraen bastante más a la gente.

En segundo lugar, quiero dejarte aquí el enlace del programa de Milenio 3 “nos programan así”, del cual solo puedo decir que es realmente interesante, y que creo que sirve para ilustrar mucho más todo lo que yo he intentado plantear en esta reflexión.

http://cadenaser.com/programa/2015/04/19/milenio_3/1429401536_793361.html

Por último, quiero lanzarte un pequeño guante a ti, lector, dado que estoy buscando algún libro que trate sobre lo que aquí he definido como ingeniería social. Me da igual si está en inglés o en castellano, el caso es que me gustaría poder localizar algo para leer sobre el tema. Hasta el momento lo único que he encontrado es uno que habla sobre ingeniería social, pero aplicada a los ordenadores (que no es precisamente lo que estoy buscando, aunque quizá pueda haber confundido el término, no estoy seguro). Si encontrases algo, o conocieses de algún libro, por favor, no dudes en dejarme un comentario o indicarme a través de algún mensaje privado el título.

Muchas gracias, querido lector.