Como bien sabes, muy respetable lector, actualmente parece existir un grandísimo manto de ficción que cubre a la criminología. Y no me estoy
refiriendo solo a aquello que las series de televisión o la literatura nos
muestran (en la mayoría de los casos una realidad muy distorsionada), sino
también a los propios conocimientos que la sociedad tiene de la criminología.
Si ahora mismo, entre tú y yo, cogiésemos a diez personas y les hiciéramos
diversas preguntas en cuanto a “cultura general” del delito, estoy seguro de
que muchos de ellos, los cuales tan solo tienen los conocimientos que han
podido adquirir de la sociedad o su propia experiencia, nos transmitirían una
visión sesgada de lo que realmente es el acto criminal y todo lo que lo orbita.
Crime and Everyday Life. |
Por ello, y pensando siempre en sorprenderte, he rescatado
de un texto escrito por el profesor Marcus Felson las que él llama “Crime
Fallacies”, o falacias del crimen. El propio texto se adjunta, mucho mejor explicado, en el libro que señalo a la izquierda (nuevamente en inglés).
¿Quién es Marcus Felson? Es un famoso criminólogo, actualmente profesor en la
Universidad del Estado de Texas, y reconocido por su aportación al campo de las
teorías situacionales de la criminalidad con su teoría de las actividades
rutinarias. Intentaré hablar más adelante de él, pero ahora mismo basta con
decir que sus teorías propugnan que a la hora de llevar a cabo un delito, un
delincuente se guía por los costes y beneficios que esto puede reportarle,
racionalizando sus acciones. Es en su explicación del fenómeno delictivo cuando
propone estas nueve concepciones erróneas sobre el crimen, con el fin de
“desmitificar” el hecho criminal, y poder plantear medidas preventivas
aplicables a la delincuencia de manera realista. Sin más, pasemos a ver cuáles
son. Seguro que te resultan interesantes:
1. La falacia del drama.
Los delitos que conocemos, en realidad, son menos espectaculares
y dramáticos de lo que imaginamos. Los medios de comunicación, entre otros
elementos, son los que contribuyen a mitificar los crímenes, y a mostrarlos
como más extraordinarios de lo que realmente son. Así que, por un lado, ni
todos los crímenes son fruto de una elaborada planificación (de hecho, la
mayoría de ellos suelen ser fruto de los nervios del momento), ni es común la
existencia de asesinos en serie, ni los asesinatos o violaciones representan la
mayor parte de los delitos que se llevan a cabo, siendo bastante raros en
general. Y por supuesto, hay una tasa mucho menor de criminalidad respecto a lo
que podríamos suponer.
2. La falacia del
sistema de justicia y la policía.
En muchos casos, sobreestimamos la utilidad de la policía y
el sistema de justicia en la prevención y castigo de los crímenes. La policía,
en realidad, suele realizar patrullajes y recogida de información, y solo en
pocas ocasiones tienen la posibilidad de asistir al delito en directo. Así, un
aumento de policía en muchas ocasiones no implica una reducción de las tasas
criminales, y no todos los delitos llevados ante la justicia son posteriormente
procesados y/o castigados.
3. La falacia o mentira
del “yo no soy….”
Esta falacia pone de manifiesto la falsa creencia de que
nosotros nunca cometeríamos un delito. En realidad, en multitud de ocasiones
cometemos delitos (por ejemplo, la piratería), lo que pasa es que o bien no lo
sabemos, o en nuestro círculo o cultura la actividad en concreto no está
considerada un delito.
Marcus Felson (derecha)fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad Miguel Hernández de Elche (UMH), mi alma mater. |
4. La falacia de la
juventud inocente.
Aunque el imaginario popular sitúa al delincuente como un
hombre de mediana edad (y busquemos suponer a nuestros jóvenes como personas
relativamente “inocentes”), en realidad los crímenes son mucho más comunes
durante la adolescencia y la veintena de edad, franja de edad en la cual se
sitúan la mayor parte de los delincuentes, a partir de la cual el porcentaje de
delitos empieza a decrecer en la población.
5. La falacia de la
ingenuidad.
En ocasiones pensamos que los delitos son llevados a cabo
por personas altamente inteligentes, como James Moriarty de Sherlock Holmes.
Nada más lejos de la realidad: dado que las medidas de seguridad hacen cada vez
más difícil delinquir, se recurre a los sistemas más sencillos para poder
hacerlo. Robar una bicicleta, forzar una puerta de una casa, realizar un tirón
de un bolso, etc. No hace falta ser un genio para poder delinquir.
6. La falacia del crimen
organizado.
Lejos de lo que la gente piensa, el crimen no suele llevarse
a cabo por grandes organizaciones criminales. Si bien en ocasiones se juntan
grupos con un motivo común (el tráfico de drogas, por ejemplo), no es habitual
que se formen grupos con una estructura jerárquica permanente para llevarlo a
cabo (salvo excepciones, como los casos de las mafias, pero esto no es tan
común como pensamos).
7. La falacia de la
agenda.
Las personas esperamos en ocasiones que otros se ajusten a
nuestras perspectivas y valores morales. Sin embargo, esto no suele ser
sinónimo de una mayor estabilidad y un descenso de la criminalidad, como
demuestran diversos estudios. Por otra parte, un aumento del bienestar
económico no siempre implica un aumento de la estabilidad en una nación, como
suponen muchas personas. De hecho, en muchas ocasiones los problemas están en
la integración y en la cohesión social, y no en la educación o el nivel económico.
Algo así es lo que ha ocurrido en el terrible atentado de Charlie Hebdo, del
cual ya hablé en esta entrada.
8. La falacia de los
límites difusos
No es fácil cuantificar el número de delitos que realmente
se llevan a cabo, como tampoco es fácil, en realidad, consensuar la definición
de lo que es delito.
9. La falacia de la
aleatoriedad del crimen.
Hay gente que piensa que los crímenes pueden ocurrirle a
cualquiera, y que además suceden aleatoriamente en tiempo y espacio. Pues bien:
en contraposición a estos pensamientos, en realidad los eventos delictivos
suelen responder a patrones en tiempo y espacio concretos. Por ejemplo, hay
estudios que demuestran que lugares en los que se concentra mucha gente
(estadios de fútbol, centros comerciales, etc.) son zonas más proclives a
sufrir actos de delincuencia. A su vez, los fines de semana por la noche es más
probable que puedan darse un tipo de delito en zonas concretas, y un largo
etcétera. Esto, a su vez, nos permite poder llevar a cabo acciones para
prevenir los delitos.
Como ves, en realidad en muchas ocasiones aceptamos unos
dogmas sin plantearnos siquiera la veracidad de los mismos. Puede que
conocieras todas estas “falacias”, o puede que alguna de ellas te haya hecho
sorprenderte. En cualquier caso, ese es el poder que radica en aprender:
permitirnos adquirir nuevos conocimientos con los que sorprendernos
constantemente. Por lo tanto, no nos olvidemos de cuestionarnos las cosas que
suceden a nuestro alrededor, tratando de aprender de ellas. Al fin y al cabo,
uno nunca sabe cuándo se va a sorprender.
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